Si no ha visto la serie del ‘Club de lo Graves’ en Disney Plus debe correr a verla. No encontrará en ella una obra de arte de la academia, quizás encontrará algo más valioso; entender que las lecciones más importantes de la vida se aprenden cuándo aún vivimos entre sueños y realidades. Porque como ya dijo el Principito: “Las personas mayores nunca son capaces de comprender las cosas por sí mismas, y es muy aburrido para los niños tener que darles una y otra vez explicaciones”.
Amaranto Molina un profesor de música caído en desgracia buscando una segunda oportunidad se enfrenta a un excéntrico director escolar que con la excusa de ser el portador del secreto del éxito solo busca servir sus propios intereses. Molina sin querer queriendo se convierte en la voz de los “nadies” unos jóvenes relegados al fracaso. Los acompaña a retar esa máxima moderna en la que el objetivo es ser exitoso olvidando quizás algo tan simple en sí mismo como ser feliz. Junto a un pelado que ha sacrificado su talento por ganar un sustento retan al establecimiento entendiendo que para derrotarlo no será necesario atacar los errores del otro sino por el contrario, potenciar los talentos y aciertos propios. En síntesis, Amaranto es en sí una lección real de liderazgo donde este no está escrito en libros llenos de adjetivos inútiles sino a través de potenciar a cada persona que lo rodea a buscar su talento y simplemente aceptar la más simple de las realidades: el éxito no es nada distinto a ser feliz haciendo lo que te hace feliz.
Amaranto Molina, nombre que en sí mismo es bastante Caribe, es Carlos Vives. Ese mismo que siendo un samario retó la distinguida alcurnia de Valledupar para fusionar los sonidos del acordeón con lo que él mismo denominó “El Rock de mi Pueblo”. Y así sin saberlo llevó a los clásicos de nuestra provincia al mundo entero. No en vano los “puristas vallenatos” al estilo de Mr. Kremmer lo atacaron como Vives narró en su canción “las malas lenguas”. Pero al igual que Leandro, Diomedes y el propio Paiyón de la serie, a través de narrar sus vivencias en sus canciones se impusieron ante el matoneo supuestamente intelectual de los puristas musicales.
Carlos Vives se consagró como el “Rey del Vallenato” como él mismo lo cantó en una madrugada en el parque de la Leyenda en Valledupar. Pero no con una corona de ego y autorreconocimiento, más bien era un símbolo a la sencillez. Pues fue ese mismo Vives, quizás siendo Amaranto, el que volvió a subir a la tarima del Festival Vallenato a Alfredo Gutiérrez, misteriosamente silenciado por la fundación que controla el evento. O el mismo Amaranto que nos sacó lágrimas cantando junto a Martín Elías Díaz quien la vida no le alcanzó para soñar aún más.
Así, Carlos Vives, quien ahora también será conocido como Amaranto Molina vuelve a nacer como actor para nuevamente hacernos soñar, porque como decía el principito: “Todas las personas mayores fueron al principio niños aunque pocas de ellas lo recuerdan”.
Por: Juan David Quintero Rubio