En todos los mapas de predicciones meteorológicas, para los próximos 4 meses, la región Caribe aparece en rojo, el color del verano fuerte, las pocas y las altas temperaturas. Son 4 meses que según la primera predicción empiezan a mitad de diciembre del presente año y terminan en marzo del 2019, aunque la mayor preocupación es que está abierta la posibilidad que se extienda hasta la mitad del año próximo.
El Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales, Ideam, universidades y autoridades departamentales y nacionales empezaron a hablar del riesgo de una nueva calamidad en el Cesar: la combinación del fenómeno de El niño junto a la primera época de verano.
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En la memoria de las entidades de riesgo y la población cesarense permanece el recuerdo de la última calamidad climática que sufrió el Cesar a finales del 2015 e inicios del 2016: a la tradicional temporada seca de enero y febrero se le unió un fenómeno de El Niño moderado que obligó a más de 20 municipios del departamento a declararse en calamidad pública para acceder al agua porque las fuentes hídricas se secaron, pérdidas del 90 % de las siembras, cadáveres de animales tirados en tierras que antes del verano producían pero que la falta de lluvia convirtió en desiertos.
Con esa “amarga experiencia”, como la llama Héctor Campo, de Gestión de Riesgo de Manaure, los municipios del Cesar están enviando representantes a Valledupar para reducir las afectaciones de una nueva calamidad.
En la mañana de ayer, dentro de las instalaciones de la Fundación Universitaria del Área Andina de Valledupar, delegados ambientales y de riesgo de La Jagua de Ibirico, Chiriguaná, Manaure y locales se informaron sobre las predicciones, dirigidos por el ingeniero meteorológico, Juan Camilo Pérez, enviado por el Ideam. Las conclusiones fueron claras: las probabilidades de que se presente el fenómeno de El Niño son tan altas que parece irreversible.
Probabilidades de un 85 %, pero que la ausencia de factores ambientales no ha permitido que se declare oficialmente. “Cuando se presenta el fenómeno de El Niño es normal que se caliente el océano Pacífico y se enfríe el Atlántico. Esto es como un columpio: mientras uno está caliente el otro está frío”, explicó el ingeniero Juan Camilo Pérez.
El promedio de lluvias se recupera cuando el océano Atlántico empieza a calentarse. La realidad es que en Colombia el fenómeno de El Niño no afecta a todas las regiones y departamentos de forma exacta. Solo en la región Andina, Orinoquía y Caribe se reduce el promedio de lluvias, en el resto del país el cambio no es tan drástico.
“ACÁ LO SUFRIMOS CON MAYOR FUERZA”
Igual, en el Cesar no todos padecen con la misma fuerza. En Valledupar y el centro del Cesar (Chiriguaná, Curumaní, La Jagua de Ibirico, Chimichagua, entre otros) las precipitaciones se reducen en mayor proporción que en el sur del departamento; sin embargo, por la poca disponibilidad del agua en proporción con la cantidad de habitantes, Aguachica es el principal afectado por el verano. “En plena temporada de invierno y a veces no contamos con el servicio de agua una semana, obviamente en verano la situación es peor. La experiencia del 2016 fue impactante: 33 días demoramos sin agua”, relató el jefe de la Oficina de Gestión de Riesgo de Aguachica, Roque Vargas. En el municipio del sur Cesar se declaró la calamidad con anterioridad por lo que llegaron más de 25 carrotanques para ofrecer el servicio del agua y enfrentar la venta callejera de agua. En precios que rondaban los 15 mil pesos se vendían tanques de agua de 1.000 litros que después de revisiones se descubrió que el líquido no era potable y estaba contaminada con materia fecal, sin embargo, la necesidad obligó a la comunidad a seguir comprándola. “Para el 2019 ya tenemos la experiencia por lo que empezamos a trabajar desde antes, aunque esperamos que no nos golpee tan fuerte”, remató el funcionario.
A pesar de todos los problemas, los expertos consideran al Cesar afortunado por contar con la Sierra Nevada de Santa Marta y la serranía de Perijá, dos fábricas de agua que “apaciguan los estragos”, porque la orografía de la Sierra Nevada permite que los vientos fríos que llegan del Océano Atlántico en época del fenómeno de El Niño se conviertan en lluvias.
Son 42 ríos en el departamento que inician en la Sierra Nevada y que están correlacionados con el río Magdalena, por lo que la situación del segundo afluente más grande de Colombia afecta directamente el cauce de los ríos del Cesar. “En estos momentos tenemos vientos bastantes fuertes en la región Caribe, esa condición ha hecho que todos los ríos que fluyen de la Sierra Nevada hayan bajado su nivel”, agregó el ingeniero del Ideam. La predicción es que sigan bajando en los próximos cuatro meses.
EN EL CAMPO LOS ESTRAGOS SON MAYORES
Fueron cerca de 55 días en los que la ganadería del Cesar solo vio perdidas. La cuarentena declarada por la detención de un foco de aftosa obligó a los ganaderos del departamento a guardar su ganado ante la prohibición de venderlos. “Venimos de una crisis en la que gastamos el pasto de reserva para el verano y tenemos cerca El Niño, que la última vez nos mató miles de cabezas de animales”, contó Jorge Luis Oñate, presidente de la Federación de Ganaderos del Cesar.
Cerca del 68 % de los incendios son provocados por las tradicionales quemas controladas en campos y terrenos verdes. En palabras del sargento de Bomberos de Valledupar, Tomás Charry, “la madera seca y las altas temperaturas se convierten en combustible para generar incendios”. Por eso, Horacio García quien maneja el componente de incendios de Corpocesar comentó que el dilema de los incendios tiene origen cultural: “Uno de los puntos del plan es unirnos con la Fiscalía o CTI para investigar sobre las razones de los incendios. Nunca hemos capturado a alguien por provocarlos. Bueno, es hora de investigar, capturar y enseñar que quemar no es lo correcto”.
RECUERDOS DE UNA TRAGEDIA
La historia del corregimiento La Vega de Jacob, jurisdicción Manaure, es el reflejo de lo que fue una de las sequías más largas que se recuerde. Desde los apagones que se presentaron en el gobierno de Cesar Gaviria, en Colombia no se había tocado la posibilidad con tanta fuerza. Bastaba con viajar por el departamento para ver afluentes que en épocas de invierno infundían temor por la fuerza de su cauce, pero que en verano eran pozos de agua sin cauce, o como en la vereda La Vega que se secaron del todo.
La parte del río Manaure que alimentaba las 200 familias de La Vega se secó a principios de febrero del 2016, cuando aún faltaban varias semanas para el fin de la sequía que destruyó la siembra, el suelo y mató los animales, mientras que a sus habitantes les tocó saciar la sed en los carrotanques que envió la Gobernación.
Con las probabilidades convertidas en realidad, el reto de las autoridades y habitantes del Cesar es impedir que se repita la calamidad de finales del 2016, lo que exige planeación y prevención. Precisamente, ayer en la mañana autoridades departamentales presentaron un Plan de Irrigación para el buen uso del agua que en palabras del Secretario de Agricultura departamental, Carlos Campo, sirve “para saber dónde y cómo regar la tierra del Cesar, ahorrando en el uso de agua”.