Reafirmando la justa y merecida distinción que a Jacobo Solano y al Dr. Stevenson Marulanda les hiciera recientemente la U.P.C por sus logros literarios con las obras “Juglares Contemporáneos II” y “La Venganza del Ángel Malo” respectivamente, la universidad de La Guajira extensión Fonseca los galardono entregándoles el warrara de Oro, símbolo de la máxima distinción que la península otorga a sus hijos ilustres.
En una sobria pero muy cálida ceremonia realizada en el auditorio municipal, lo más granado del pueblo fonsequero, con presencia de directivos de la universidad y su rector Dr. Carlos Robles y la Directora departamental del Turismo Katherine Iguaran, los homenajeados recibieron efusivos mensajes de solidaridad por su contribución al engrandecimiento de la literatura colombiana acto que fue animado por el conjunto “Los Juglares” y la tertulia “La Palabra Encantada” que gentilmente ofreció la Casa de la Cultura de Valledupar con su flamante timonel, Dr. Alberto Muñoz Peñaloza, y rematado por un afable coctel alentado por el Señor Gobernador Dr. José María Ballesteros y el ex senador Jorge Ballesteros Bernier.
Muy emotivas y esperanzadoras fueron las manifestaciones del Sr. Gobernador Ballesteros, por su profundo interés en los temas culturales que hoy esparcidos en todo el departamento es necesario ordenar y evaluar, con el fin de dimensionar el gran potencial aun latente que siempre ha tenido “Mi Guajira bella, Mi Guajira grande” como la describió el formidable Nando Marín en su canción “La Dama Guajira”, tierra que según él, se formó de una caricia del sol y del mágico pincel divino.
Cuando comenzó a gestarse la historia musical de lo que más tarde sería el vallenato y que posteriormente se fue delineando con la llegada del acordeón, vemos a Fonseca como uno de los pueblos que mayormente contribuyó a diseminar la diáspora sonora de la música provinciana, que con sus juglares de primera talla, aun crece en prestigio y leyenda en la medida que pasa el tiempo y se exploran sus memorias. Nombres como los de Juan Solano, Luis Pitre y sus hijos Fermin y Faustino, Dionisio y Santander Martínez con Luis Enrique el gran “pollo vallenato” su hermano “El Negro”, Bienvenido el de Berta Caldera, Chema Gómez y Julio Vásquez y José Hilario Gómez del patio de San Agustín junto a otros del entorno fonsequero atraídos por el rumor del Ranchería como el inmenso Carlos Huertas, Nandito “El Cubano”, Fruto Peñaranda, Lole y Monche Brito y un tal Francisco el Hombre que dieron a esta tierra un halo de magia y prestigio musical inusitado, en esa época de verdes cañaverales, de gemidos trapiches y relinchos de caballos y de muchachas bonitas cual tardes primaverales donde siempre anunciaba un acordeón la salida de la luna.
Lastimosamente no hubo relevo generacional y es necesario recoger la memoria musical fonsequera hoy pérdida como lo denuncio Carlos Huertas en su nostálgico canto de versos que nos duelen a todos los guajiros:
Pobre mi pueblo, pobre Fonseca
Que se ha quedado sin ruiseñores
Unos se fueron, otros murieron
Siempre cantándole a sus amores.