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Alicia adorada

Por Ricardo Gutiérrez 

Años después de la frustrada presentación de Juancho Polo en el Festival de la Leyenda Vallenata en 1972, en el que no alcanzó a llegar a la final, pude constatar que este legendario acordeonero y compositor, se inscribió nuevamente en 1975 ante  la oficina de Turismo del Cesar, entidad que en aquel entonces organizaba el Festival Vallenato, para participar como acordeonero profesional el 28 de abril de ese año,  en la Plaza Alfonso López, pero como no podía llegar en esa fecha, sino al día siguiente, les comunicó a los organizadores por medio de un telegrama:  “Imposible viajar, sigo esa" Juancho Polo.

Esta lacónica comunicación me motivó a indagar lo relacionado con la personalidad y los aspectos de la vida de este humilde hombre que con su vivaz inteligencia compuso  canciones en las que no sólo narraba lo que le acontecía a través de asombrosas melodías sino que nos  transporta al escucharlas a un mundo  más allá de lo material.

No fue fácil penetrar en ese universo fantástico de este músico por la poca información que se tiene recopilada y por su personalidad uraña que hacían difícil conocer sobre sus asuntos.

Por tal razón tomé la decisión de viajar a Flores de María, hoy día corregimiento del municipio de San Ángel (Magdalena) donde Juancho fue llevado por sus padres pocos dias después de su nacimiento en 1918 en Concordia (Magdalena).  Ellos, buscando tierras nuevas para cultivos, se trasladaron a esa rica región conocida en aquel entonces como La Montaña.  

Su nombre de pila era Juan Manuel Polo Cervantes, pero ya mayor le decían Valencia por ser seguidor insigne del poeta payanés Guillermo León Valencia.  

En Flores, después de indagar, pude constatar que Juancho hijo único, contrario a lo que siempre se ha dicho, aprendió a leer y escribir allí,  con las maestras Ana Cabas, Josefa Valera y Anaul Moreno.

Es inaudito afirmar que un hombre iletrado sea capaz de componer una canción como " Mujer de adorado pelo" cuyo verso inicial dice:
Mujer de adorado pelo/Y de sonrisa de Aurora/Dime si el sol te enamora/Para bajártelo del cielo.

El que era un niño introvertido aprendió a tocar sólo el acordeón, así poco a poco fue conociendo los vericuetos del  instrumento que años después sería su único compañero en las buenas y en las malas.

Pronto armó su conjunto e inició presentaciones en las fiestas patronales. Con el acordeón le llegaron sus composiciones que se caracterizan por  un estilo propio, algunas de contenido relevantes, otras  compuestas de acuerdo a su estado anímico y al grado de beodez en que se encontraba.

En el ocaso de su vida se caracterizó por encrucijadas emocionales  generadas por  parrandas interminables y francachelas las que labraron en él una situación personal difícil afectando  su endeble físico y mancillando además su reputación por las continuas trifulcas que constantemente creaba,  propia de su dependencia alcohólica y del ambiente que frecuentaba.

Este recorrido tortuoso de senderos enredados en busca de la calma, se acentúo con la muerte de su esposa Alicia Cantillo cuyo deceso le produjo un  dolor profundo el cual plasmó en una de las mas bella canciones vallenatas "Alicia adorada", grabada como un lamento por Alejo Durán, en dónde conjuga impotencia, angustia, sufrimiento y la nostalgia que inmisericordemente lo laceraba.

Después de este duro golpe nunca se levantó, ya no tenía una razón para vivir, era  imposible soportar esa pena, ella era su sol radiante no una nube pasajera más, esta pena le desbordó el alma y lo aniquiló.

"Como Dios en la tierra no tiene amigos /Como  no tiene amigos anda en el aire /Tanto le pido y le pido ay hombe y siempre me manda mis males /Se murió mi compañera que tristeza /Alicia mi compañera que dolor /Y solamente a Valencia, ay hombre /el guayabo le dejó"

 

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