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Algo más sobre los Reyes Magos

Los Reyes Magos. IMAGEN DE REFERENCIA.

Impulsado por el deseo de conocer historias y tradiciones, me propuse saber algo más de los Reyes Magos, nombre con que fue bautizada la capital de los vallenatos hace casi 500 años, en su segunda fundación, por el capitán español Hernando de Santana, natural de la Villa de Zafra, provincia de Badajoz, Reino de Castilla, cuando vino con gente armada a someter a los indios chimilas y esclavos sublevados de sus amos que en esta región de Upar habían levantado palenques y asaltaban a quienes  aventuraban correrías por estos parajes.

Es de hacer el apunte que, en el mismo lugar, en 1544, el capitán Francisco de Salguero ya había fundado tal población, pero ese hecho entró en un litigio de jurisdicción, y la Real Audiencia de Santo Domingo, a la cual estaba asignado este territorio en ese entonces para efectos de justicia, nunca dio fallo a lo pretendido del pleito.

Algunas de mis Croniquillas llevan la fecha y sitio donde han sido escritas. Muchas de ellas las suscribí con el pomposo título ‘Ciudad de los Santos Reyes del Valle de Upar’. Unos amigos eruditos me hicieron la benévola crítica que debía suprimir la palabra “Santos” (expresión que parece una añadidura de los frailes dominicos) porque, según me argüían, en ningún documento de vieja fecha aparecía tal palabra y, además, porque en el santoral Vaticano los Reyes Magos no estaban consagrados como santos.

Lo cierto es que, en dos documentos antiguos de la época de Lope de Orozco, un conquistador de territorios chimilas, encontré la denominación de Santos Reyes del Valle de Upar. De otro lado, estimamos que no es necesario la santificación de algo o de alguien por el Vaticano para llevar tal título que el uso de la gente termina por estatuir, como es el caso de los Santos Sacramentos, la Santa Eucaristía, los Santos Oleos, Santa Claus, el Santo Grial, el Santo Sudario de Turín, la Santa Misa, la Santa Sede y el Santo Padre, expresión con la cual se ha venerado a los papas en Roma.

Celebración de los Reyes Magos en Valledupar. FOTO/CORTESÍA.

¿DE DÓNDE VENÍAN?

Pero bueno, volvamos a los Reyes Magos de Oriente, que es el tema propuesto. La única referencia bíblica está consignada en el Evangelio de San Mateo, que escribió lo que se recoge en el Nuevo Testamento: “Nacido Jesús en Belén de Judea, en tiempo del rey Herodes, unos magos que venían de Oriente se presentan en Jerusalén diciendo: ‘¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido? Pues vimos su estrella en el Oriente y hemos venido a adorarle’”. (Mateo 2, 1-2).

Nada dice el texto del evangelista del número de estos visitantes, ni por qué eran magos, ni por qué eran reyes, ni sus nombres, ni el lugar de Oriente de donde provenían.

La Biblia relata que tres fueron los donativos que trajeron como ofrenda para el niño divino, de donde se ha deducido que ese número corresponde a los adoradores que llegaron. Un reconocido prosista del siglo II, llamado Orígenes, nos da la primera referencia del número de ellos. Tres siglos más luego, León I, apodado el Magno, papa 45 de la Iglesia Católica, por allá entre los años 440 y 461 de su reinado, estableció el número de tres Reyes Magos para toda la cristiandad. La iglesia Ortodoxa Siria y la Iglesia Apostólica Armenia, dan la seguridad de doce, así como doce eran los apóstoles y doce las tribus de Israel.

Otra información bíblica nos dice que los Reyes Magos provenían de Oriente, guiados por un lucero luminoso que los llevó a Belén. Pero Oriente bien puede ser Mesopotamia, Persia o Indostán. Las tradiciones de la antigüedad de aquella época, que no están incorporadas en los textos bíblicos del Nuevo Testamento, como es uno de los Evangelios Apócrifos del pseudo Tomás o Evangelio de la Infancia, nos dan la información que llegaron con tres legiones de soldados: una de Persia, otra de Babilonia y la tercera de alguna otra parte de Asia.

El tema tratado en este Evangelio Apócrifo, según la tradición esotérica aplicada al cristianismo, los tres o más personajes venían desde las tierras remotas donde había un mítico reino cristiano gobernado por el Preste Juan, leyenda corrida desde la alta Edad Media, según la cual algunos crédulos la ubicaban en Etiopía, otros en Samarcanda y hasta en Manchuria en la Ruta de la Seda que conducía a la gran muralla del imperio de Catay (China) y a las tierras de los samuráis en las islas de Cipango (Japón).

Hay otra corriente de estudiosos que especulan con la versión de su procedencia de la vecina Babilonia y, por tanto, tales magos podrían corresponder a la cofradía de los llamados “Medinga´ey”, que eran sacerdotes doctos en la tradición oral, que sabían interpretar el movimiento de los astros como guía de los acontecimientos humanos, escuela de sabios que perduraría hasta entrado el siglo XVIII de nuestra era.

El papa Benedicto XVI, quien escribió sobre la infancia de Jesús, menciona el acontecimiento de los Reyes Magos. Algunos sugieren que el pontífice afirma que los Reyes Magos venían de Tarsis, región de la antigua Hispania de donde son los tartesios, zona entre Huelva, Cádiz y Sevilla, con lo cual aquellos serían andaluces. Parece que la idea del papa era expresar que los Magos venían del último confín en busca de la verdad, y como Tartesso era el límite occidental de la tierra conocida hasta entonces (la última Thule), lo tomó como una mera referencia de lejanía.

Se ha discutido si los Reyes Magos eran sacerdotes del mazdeísmo, culto religioso de la antigua Persia, de donde la religión judaica, posterior a aquella, tomó varios elementos. Alguna afinidad había entre los dos credos, aún después de que el mazdeísmo fue transformado por las enseñanzas de Zoroastro o Zaratustra, el profeta persa. Ambas religiones son monoteístas: Jehová el hebreo y Ahura Mazda el persa son únicos dioses; el último juicio; las figuras del Satán judío, y Ahriman del mazdeísmo son malignas; el libro celestial en que se inscriben las acciones humanas; la resurrección de los muertos; el paraíso y el lugar del castigo; la figura del Mesías esperado entre los hebreos, muy similar al Saoshyant de los persas. De haber sido persas los Reyes Magos, además de estas creencias, debieron ser ilustrados en astrología para interpretar el ritmo del mundo fundado en el movimiento de los astros y hasta podrían conocer, se supone, lo que predecían las antiguas Escrituras hebreas.

Los nombres de los Reyes Magos aparecen por primera vez en el siglo VI, en los mosaicos de la Basílica de San Apolinar, en Rávena, Italia, en los que se distinguen los tres ataviados como persas, con sus nombres escritos encima y representando varias edades. Ya en el siglo XV, el mago Baltasar aparece con la tez negra para simbolizar las tres razas que eran conocidas en esa época. Melchor, el más anciano, representa a los europeos; Gaspar a los asiáticos y Baltasar a los africanos, para dar una idea de universalidad en el acto de la adoración. Los nombres en griego son Appellián, Amerín y Damascón; en hebreo son Magaldht, Seakin y Galgalath.

Para ese entonces, la palabra “mago” no tenía el significado de hoy como hechicero, prestidigitador o ilusionista. El vocablo proviene de la palabra persa “magauusha” que luego pasó al griego como “magós”. Se refería a una casta de místicos compuesta por babilonios y persas, antes de nuestra era, que estudiaban ciencias esotéricas, y que auscultaban los astros en los cielos para buscar la divinidad de lo creado.

Es decir, eran hombres poseedores de conocimientos de astrología y astronomía, bases de sus creencias y predicciones del futuro.

Obra en honor a los Reyes Magos. FOTO/CORTESÍA.

ORO, MIRRA E INCIENSO

La historia bíblica reproduce la visita de los Reyes Magos al rey Herodes el Grande, en Jerusalén, a quien dieron la información de que venían al nacimiento del futuro “rey de los judíos”. El monarca consultó entonces a los escribas eruditos en las Escrituras, quienes confirmaron que las profecías de Isaías y de Miqueas, (profetas que habían sido contemporáneos 800 años antes), decían que el Mesías debía nacer en la pequeña aldea de Belén. Según el relato, Herodes le pidió con malicia a los Reyes Magos que a su regreso le dieran noticias para ir él también a la adoración de infante, disfrazando su intención de ordenar su asesinato.

En Belén, los Magos, guiados por la estrella, encontraron en un establo al niño y se postraron ante su cuna de paja. Como ofrenda le trajeron oro por su linaje antiguo de reyes hebreos; incienso para representar su esencia divina, y mirra que es un compuesto para embalsamar cuerpos que simbolizaba la muerte redentora de Jesús.

Advertidos los reyes magos por la revelación en un sueño de las intenciones de Herodes, no regresaron por Jerusalén. Otro tanto ocurrió con José el carpintero, esposo de María, quien a lomo de un asno emprendió con su familia la huida a Egipto. Burlado Herodes, mandó el exterminio de cada varón belemita menor de dos años.

Cuando alguna vez leímos los sucesos posteriores a la muerte de Alejandro Magno, el griego de Macedonia, encontramos que Seleuco Nicator (uno de los sucesores del vasto imperio que aquél conquistó y que se repartió entre sus generales), fundador de la dinastía de los seléucidas, había ofrendado a su dios Apolo en el santuario de Dídimo, (cerca donde estuvo Troya en la actual Turquía),con antelación de 300 años respecto de los Reyes Magos, oro, incienso y mirra, lo que nos hace descartar el simbolismo en los donativos que se le atribuyen a éstos, en la adoración del niño.

Los bienes dados como regalo al niño nacido, por sus adoradores, en su orden fueron: oro, que pudo ser el reconocimiento de la estirpe real de la casa de David, tal como estaba escrito en la profecía; la mirra, que en árabe significa “amargo”, y que durante miles de años antes los egipcios la empleaban para embalsamar sus momias y era considerada muy valiosa por sus propiedades curativas y el mito de conservar la lozanía juvenil; el incienso, que es una resina vegetal del árbol Boswellia, utilizado hace milenios en esencias aromáticas y para fines religiosos y terapéuticos. En China y Japón se le ha usado en los ritos de adoración a los dioses de aquellas teogonías, porque se pensaba que las volutas de humo alzaban las plegarias al cielo. En la India se empleaba en el culto a las deidades Brahama, Siva y Visnú, la trinidad santa de los hindúes.

En cuanto a la Estrella de Belén, los registros antiguos de los astrónomos chinos, para la época del nacimiento de Jesús, dan cuenta de la conjunción de Júpiter y Saturno, fenómeno que ocurre con intervalos distantes, en la cual, hecha la alineación astral, bien se pudo ver desde la tierra como un planeta doble. La Nasa advirtió de su ocurrencia el pasado 21 de diciembre, imagen sideral que no ocurría desde el 4 de marzo de 1226. La teoría de que la conjunción de Júpiter y Saturno pudo ser la Estrella de Belén fue planteada al principio del sigo XVI por el astrónomo y matemático alemán Johannes Kepler, quien sustentó la hipótesis que ocurrida dicha conjunción para el año del nacimiento de Cristo (seis años antes de la era cristiana) podría haber servido de inspiración al evangelista Mateo.

Algunos aventuran la afirmación que era el brillo de una supernova, pero no hay registro de tal hecho. Nosotros creemos que debe asociarse con Venus por su notable luz de plata bruñida; el mismísimo Quetzacoalt, el dios de los aztecas; Cuculcán para los mayas de Yucatán; Nantabe para los arhuacos de la Sierra Nevada y que nuestros trapicheros de caña llaman el Molendero.

En el cinturón de Orión se encuentra la alineación de tres brillantes estrellas conocidas como los Tres Reyes Magos o las Tres Marías, y cuyos nombres de ciencia en la astronomía son Alnitak, Alnilam y Mintaka.

Una leyenda cuenta que después de la resurrección de Jesús, el apóstol Tomás encontró a los Reyes Magos en el reino de Saba, (tierra de una legendaria soberana que visitó al rey Salomón) mencionado en papiros egipcios, en la Biblia y en el Corán, libro sagrado de los musulmanes, ubicándolo, según algunos, en el suroeste de la península Arábiga (en el actual Yemen), otros en Etiopía y alguno más en el Cuerno de África por los lados de Somalia. Los dichos adoradores habían sido martirizados y depositados en el mismo sarcófago. Santa Helena la madre de Constantino I, el primer emperador cristiano de Constantinopla, mandó a traerlos del reino de Saba, donde se hallaron los tres cuerpos y, dado por cierto que eran ellos, los trasladó a la capital de reino de su hijo.

Durante la guerra de la Segunda Cruzada, el obispo de Milán, San Eustorgio, visitó a Constantinopla. El emperador de ese entonces le obsequió los restos de los tres Reyes Magos. Entonces los llevaron a Milán. Federico Barbarroja, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, los sacó de allí y los entregó a Reinaldo de Dosscael, obispo de Colonia en el año de 1164.

El emperador Otón IV entregó tres coronas de oro para los Reyes Magos como donativo a la iglesia de Colonia, cuya ciudad las incorporó a su escudo heráldico. La peregrinación de fieles se hizo numerosa y entonces fue imperativo la construcción de una catedral que se empezó allí en 1248 y se terminó 632 años después, para llegar a ser la iglesia gótica más grande de Europa.

La fiesta de los Reyes Magos se conoce como Epifanía, palabra que en griego equivale a “manifestación”, en la orientación de que Dios se da a conocer como tal. La Epifanía de los Magos de Oriente es la primera manifestación de Dios en el mundo; la Epifanía del bautizo en el río Jordán es la manifestación a los judíos; la Epifanía de las bodas de Caná es la manifestación de Jesús a sus discípulos.

El 6 de enero se celebra la adoración de los Reyes Magos en Cuba, España, México, Puerto Rico, República Dominicana, Paraguay, Colombia y Venezuela. Ese día era de asueto para los esclavos negros que salían a las calles a bailar con sus tamboras. Esto origina el nombre de Pascua de Negros con que aún es conocido en Chile y Paraguay, donde los afrodescendientes celebran el día de San Baltasar como su santo patrono.

En todo el mundo católico hay templos y monumentos que honran a los Reyes Magos de Oriente. Entre los pintores famosos que representan la adoración de ellos tenemos a Boticcelli, Giotto, Leonardo Da Vinci, Velásquez, Rubens, el Bosco y Durero.

Con estas líneas escritas me plugo sumar un aporte al festejo de un onomástico más de la amada ciudad, donde solo existe un desteñido retablo en la nave mayor de La Concepción, con las figuras talladas en madera de los Santos Reyes Magos de Oriente. Doy final a estos renglones golpeando con mis nudillos la puerta de la Administración Municipal, para suplicar la erección de un monumento a ellos como alusión digna al acontecimiento matriz de nuestra historia regional.

Ciudad de los Santos Reyes del Valle de Upar, enero 6 de 2021.

POR: RODOLFO ORTEGA MONTERO.

Categories: Crónica
Rodolfo Ortega Montero: