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Algo huele mal y no es el perfume

Si usted se detiene en cualquier esquina vallenata, con vallenatos, muy seguramente  hablarán de dos temas principales: el rey del festival 54 y  de Emdupar, la empresa de servicios que hasta hace algún tiempo creímos vallenata, pero en realidad era de los alcaldes y concejales de turno y, por supuesto, de  los sindicatos que las empresas tienen, como el Inpec, por ejemplo, que tiene más sindicatos que guardianes.

Siempre, en las elecciones de cualquier cosa, se habla de una mano invisible, existente  o inventada,  actuando en la sombra para obtener resultados, por lo tanto es un divertimento que dura dos semanas, en el caso de los reyes vallenatos, desde siempre. Colacho ganó porque era el preferido de los ricos de entonces y Escalona era su padrino musical; Alfredo ganó tres veces porque le había cantado a López Michelsen el ‘Pollo vallenato’ y era consentido de los Pavajeau Molina, además de ser un ídolo musical a toda prueba; a ‘Chemita’ Ramos, el rey 33, lo eligió el gobernador de la época, ‘Luquita’ Gnecco; y a los López Gutiérrez que ganaron varias veces, Miguel, ‘El Debe’ y Alvarito, la culpa entonces era de Jorge Oñate que detrás de bambalinas impulsaba y determinaba todo.

 De los reyes sabaneros que ganaron coronas, Julio Rojas Buendía, por ejemplo, dijeron que era para complacer a Gabo por su novela y su premio Nobel, mientras a los otros sabaneros, Julio de la Ossa y Fredy Sierra había que darles un confite y evitar que la escuela sabanera formara toldas aparte con sus acordeoneros reconocidos, entre ellos Alfredo, el más popular y revolucionario.

Entonces para seguir la vieja tradición oral después del evento, hoy Ricardo Villafañe, que no Villafaña, resulta  ahora no ser arhuaco original, sino de madre santandereana y padre pivijayero, cuando desde niño lo hemos visto con las vestimentas indígenas y acompañando a Vicente. Incluso creo que la frase “pa dónde va Vicente, pa donde vaya la gente” se les debe a ellos.

Y para remate  comentan del nuevo rey del acordeón  que Carlos Vives es el rey detrás del trono junto al registrador Nacional del Estado Civil, como si fuera tan fácil como sacar  la cédula digital. Lo que pasa es que Vives necesita mostrar algo de la Sierra Nevada de Santa Marta porque el año entrante hay un evento en su ciudad y la mejor ocasión  es mostrar al ganador en su grupo musical. ¿Y el registrador? Bueno ahí sí toca recurrir al correo de las brujas.

De Emdupar la cosa  sí es trágica económicamente, hace años no se habla de cosa distinta a ser caja menor de alcaldes. Con toda esa carga de corruptela que el país conoce en todas partes, es mejor acudir a la literatura que a la política, o a la ciencia económica para comprender qué pasa por ahí. 

Como agua para chocolate, cuando llueve, recordando a Laura Esquivel, porque resulta que el tan cacareado tanque tampoco era la solución. Buscar tal vez a María Moliner  y otros filólogos, gramáticos de la lengua española, a ver si encuentran una palabra distinta a “turbiedad” cada vez que asoma un chaparrón en el Guatapurí, para comprender su complejo sistema. 

Ya los ingenieros  hablan de lixiviación, pero si no hemos aprendido con la primera,  con este término llueven más dudas. Hace pocas horas se habla de Veolia,  empresa que vendría a apoyar financieramente a Emdupar, y toca entonces buscar ‘El Perfume’ de Patrick Suskind para releer… Apestaban los ríos, apestaban las plazas, apestaban las iglesias, apestaba la nobleza entera, incluso el rey como un animal carnicero  y la reina como una cabra vieja, tanto en verano como en invierno. La literatura nos puede salvar, aunque los reyes actuales seguirán con su hediondez de siglos… Algo incoloro e inodoro, huele mal.

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