Lo de Carmelo es viejo, pero nos enteramos ahora. Como es archisabido, el personaje que honra esta columna es un líder político, cívico y gremial quien vive entre nosotros, con flamante juventud, a la dulce edad de 97 años, a la que murió el titán de mi padre a comienzos de siglo.
Pertenece a ese grupo de grandes hombres nacidos en nuestra región hacia la primera mitad del siglo XX y alguito más, los que, como una luz de vela, ya se están extinguiendo irremisiblemente, no sin antes mostrar una estela rutilante que atraviesa el cielo de nuestras mejores querencias de las hermanas provincias de Valledupar y Padilla.
Aquella fue una época de ciudadanos éticos, de la que sobrevivimos pocos, cuyos esfuerzos solidarios explican y dan forma a nuestro estado de desarrollo social actual.
De ahí que sea justo, como lo pongo de presente en algunas de mis columnas, recordar uno que otro personaje de los que le dieron contenido a nuestra comarca, vertebrando su presente. Esta es la razón por la cual hoy exalto el nombre señero del doctor Alfonso Araujo Cotes.
Ellos asumieron el compromiso de pensar y trabajar, en diversas actividades: unos políticos, otros cívicos, aquellos agricultores o ganaderos o comerciantes; en la actualidad urbanizadores y constructores en alturas; en el centro de todo, nuestro gran folclor, ya declarado patrimonio cultural de la humanidad. Ahora toca dar un paso adelante: construir la represa Los Besotes y hacer agroindustrias. Más universidades y enseñanza de tecnologías.
Retomemos el nombre del doctor Araujo:
dirigente político connotado del viejo departamento del Magdalena, al que representó eficientemente en la Cámara de Representante; exitoso abogado en ejercicio; director del extinto Instituto Nacional de Fomento Municipal, con ejecutorias tales como la construcción de acueductos y servicios de alcantarillado, en Valledupar y municipios vecinos, amén de otras regiones del país.
Como representante a la Cámara presentó el primer proyecto de ley para la creación del departamento del Cesar -obra que finalmente coronó José Antonio Murgas Aponte, otro eximio pionero ahora de 91 años de edad-; gobernador del Cesar; embajador ante la República de Panamá.
También desempeñó la dirección de la Oficina de Registro de Instrumentos Públicos Principal de Valledupar.
Ahora se recrea trabajando en su hermoso hato de cabras situado en el municipio de Robles (La Paz), donde produce deliciosos quesos campesino de cabras, que se consumen en el Caribe colombiano y otros lugares del país.
Aún hoy participa en toda clase de eventos y reuniones que tengan por objeto la presentación de proyectos y propuestas progresistas. Fue gestor fundamental en la realización de la sede de la Universidad Nacional en la población de La Paz.
En suma, no les resultará fácil a las nuevas generaciones emular con la biografía de Alfonso Araujo Cotes, comprimida ligeramente acá, y queda a la consideración de la historia su legado inmarcesible. Desde los montes de Pueblo Bello.