“Lloraban las mujeres lloraban las mujeres ya se fue el pobre negro, dinos cuando vuelves, dinos cuando vuelves, dinos cuando vuelves y no darás consuelo”.
El aparte transcrito corresponde a la canción titulada “Altos del Rosario” de la autoría de Gilberto Alejandro Duran Díaz, “Alejo” el primer rey del Festival Vallenato la cual hemos recordado a propósito del centenario de su nacimiento y el justificado festejo desplegado a su memoria, vida y obra.
La celebración de los cien años del nacimiento del “Negro Grande de Colombia” constituye un acto de justicia con un caballero autodidacta y culto y por la potísima razón que nadie merece por bonito, su grandeza y su obra no son valorables pecuniariamente, el mundo vallenato y en general sus compatriotas a quienes puso a gozar, bailar y cantar con su música tenemos que sentirnos orgullosos de su pasado y convencidos de su genialidad.
El talento de ese campesino venido a mas con sacrificio y abnegación para la ejecución del acordeón fue justamente heredado de su padre, y la formación musical no la obtuvo entre las frías y silenciosas paredes de ningún conservatorio sino bajo los frondosos árboles de la Hacienda las Cabezas en medio del canto embriagador de los pájaros, el rebuznar de los burros de carga, relinchos de caballos y el olor de la boñiga de las vacas, el estilo profundo, largo y lamentario en su cantar lo heredó de Juana Francisca su madre una cantadora, jagüera de nacimiento que al huir durante la guerra encontró puerto de salvamento en La Loma .
Era –como el lo decía- Magdalenense de macimiento, cesarense por decreto y cordobés de corazón para significar que cuando sus ojos vieron por primera vez la luz la región de El Paso hacia parte del Magdalena, posteriormente mediante Ley 25 del 21 de junio de 1967 se creó el Cesar, o sea que la gente de su pueblo en virtud de esa circunstancia dejo de ser magdalenense para convertirse en cesarense, y cordobés porque fue en Córdoba donde enterró definitivamente el ancla amañado por las atenciones, las bellas mujeres, las animadas parrandas y sus deliciosos platos, por allá vivió sus mejores días y encontró la musa de sus mejores inspiraciones.
Nunca tuve el privilegio de relacionarme personalmente con ese adelantado en la música y la filosofía pero si converse con el varia veces por teléfono porque su sobrino Luis Durán Escorcia era mi compañero en la pensión cuando estudiábamos en Barranquilla. Alejo lo llamaba con frecuencia y más de una vez tuve la fortuna de contestar, era buen conversador y recuerdo que en una oportunidad le dije que Lucho estaba siguiendo sus pasos en la composición y me contestó en medio de una risa de satisfacción evidente: “Lo que se hereda no hay para que robarlo”.
También recuerdo cuando en otra oportunidad cuando llamó, me dijo “dígale a Luchito que lo llama su acudiente”, era un señor muy jocoso, de hablar pausado y golpiao como los raizales de las sabanas de Bolívar, Córdoba y Sucre y no con el cantaito de sus paisanos de Valledupar y sus alrededores.
Se dice que Durán alcanzó la gloria cuando fue coronado primer rey vallenato y es cierto, pero no dudo en afirmar que su inmortalidad la alcanzó la noche de la final del Festival Rey de Reyes en 1987 cuando confesó su propio error en la interpretación de la puya y expresó sus famosas palabras: “Pueblo me ha descalificado yo mismo”, en aquel momento quedo dibujada su grandeza de los talones a su mollera haciendo pública una falla en su presentación de la cual no se habían enterado ni los jurados ni el público.
¡El reinado del más grande entre los grandes apenas comienza!