Las próximas elecciones presidenciales si algo tendrán será candidatos muy calificados y ubicados en las diversas posiciones ideológicas del espectro político y uno tiene la esperanza que el escogido corresponda a las necesidades del país.
No expreso aquí mi predisposición pues ese no es el objeto de la columna y más bien lo que quiero hacer es un ejercicio que, advierto, hubiera podido ser sobre cualquiera de los candidatos diferentes a quien quiero analizar, hay una condición en él que llama la atención y es que confiesa ser “ateo manso”, como lo expresó en alguna ocasión que recuerdo con claridad, eso dicho en una nación mayoritariamente católica y a la larga sólidamente cristiana va a tener sus consecuencias y lo peor para él es que ahora trata de matizar el sentido de sus convicciones, pues en Dios se cree o no se cree. La categoría de semi- dioses existía en la Grecia antigua, hoy es sí o es no.
Alejandro Gaviria se me hizo visible cuando escribía para El Espectador unas columnas ciertamente interesantes y que hacían entender que su autor tenía y tiene sólidos conocimientos y una envidiable formación académica, la que terminó llevándolo a la rectoría de la prestigiosa Universidad de los Andes, en donde sus opiniones religiosas si acaso provocaban intrascendentes comentarios pues lo que está en juego es la excelencia académica, se es buen rector de los Andes se crea o no en Dios.
También me llamó mucho la atención su gestión, su desempeño como ministro de Salud. Memorable. Hizo lo que
en este país parece imposible, arrodilló a la poderosa industria farmacéutica y la hizo bajar el precio de decenas de fármacos. El alivio lo sintieron los enfermos necesitados de esas drogas que se contaban por miles.
También lo enfoqué cuando fue diagnosticado de cáncer y ante las cámaras y micrófonos explicó lo que tenía y las posibilidades de su curación utilizando un lenguaje médico objetivo y aludiendo porcentajes de éxito, opiniones médicas de por medio. Nada vi sobre posibles “cadenas de oración”. Su esperanza era científica. Creo que está curado.
Me pregunto si es o no un buen candidato y digo que sí, pero lo que no se es que va a hacer para convencer a un electorado que comenzando por su muy conservadora y religiosa tierra natal, Antioquia, en donde el agua bendita debe estar vendiéndose por metros cúbicos para conjurar las aspiraciones de “ese ateo”
Y tampoco entiendo cómo es que, en la mitad de su campaña, y cuando lo inviten, va a entenderse con la Virgen de Los Remedios, en Riohacha, el Santo Ecce Homo, en Valledupar, El Milagroso de Buga y cuando lo convoquen a Mompox o a Popayán a llevar las cargas. No lo veo en eso o se impondrá aquel dicho antiguo: “Paris bien vale una misa”
La sola iglesia católica tiene poderosas cadenas de comunicación que van a disparar inclementes sobre el tema y le harán un daño electoral significativo. Eso es lo que yo creo, porque el tema religioso pesa en Colombia y aquí bien puede no creerse, pero lo que no puede es decirse.
Jaime García Chadid.