Si hay algo que Alberto Rada Valle conoce es la persistencia. Por algo participó 14 ocasiones en el Festival Vallenato y solo hasta la 15 pudo alzarse con la corona. Esa noche derrotó al favorito del público, Orangel ‘El Pangue’ Maestre.
De lento caminar, el hijo del rey vitalicio Francisco ‘Pacho’ Rada, me recibió en la sala de su vivienda ubicada en el barrio Casimiro Maestre, suroccidente de Valledupar. Un saludo cordial rompió el hielo entre el juglar nacido en El Difícil, Magdalena, y la incógnita de verlo cómo seguía después de la isquemia cerebral que había sufrido hace dos años.
Sentado sobre una mecedora de mimbre se levantó unos cinco centímetros y alcanzó a saludar con su mano derecha. Con mirada cansada y una voz disfónica, ‘Beto’ Rada prefirió partir al cuarto para cambiarse de vestidura -para salir bien arreglado en la foto- y traer la otra parte de su alma: el acordeón.
En su andar se nota el ‘golpe’ recibido. En la mano derecha le tiemblan el anular y el meñique, dedos que ya casi no utiliza para pulsar los botones del acordeón, instrumento que aprendió a interpretar desde muy niño observando y escuchando a su padre.
Regresó y no solo con el acordeón, sobre su cabeza colgaba un sombrero café, que finalmente le pone el toque de juglar, porque ese atuendo naturalmente creció con las raíces vallenatas y pasó por el gusto de ‘Colacho’ Mendoza, Alejo Durán, Emiliano Zuleta, entre otros.
Ya acomodado en su pedestal, el rey vallenato sacó el acordeón Honner tres coronas del estuche y no dudó en hacerlo sonar. “Ay la mujer que es celosa piensa no má, solo vive pensando en lo que no es, cuando está rabiosa dice que se va y después se regresa a pelea otra vez (…) la mujer es como el toro es bravo que si usted se descuida y lo friega”, esa canción se la grabó Diomedes Díaz en el álbum ‘Experiencias vividas’. Se llama ‘La inconforme’, pero el ídolo más grande la música vallenata la identificaba como “la canción del toro guapo”.
Le quedan muchas canciones por interpretar, pero dice que algunas se le olvidan. Diagonal a su sitio de asiento tiene lo que podría distinguirse como el ‘rincón de Beto’: allí guarda trofeos, reconocimientos, medallas y afiches. Un sombrero charro que trajo de México está en el centro del espacio que tiene dos metros de ancho y unos tres de alto. Las telarañas y el polvo son cómplices de esos recuerdos perennes. Son su alegría y motivación –dice-, porque en cada uno de ellos tiene anécdotas especiales y triunfos distintos. Algunos trofeos están a punto de destruirse, pero no pierden el brillo de su importancia.
Pensó ser compositor a los nueve años y no fue así, solo hasta los 10 lo logró. Entre los 13 y 14 escuchó su nombre de boca en boca por toda la región, a los 15 se enamoró de María –su eterna esposa- y al año siguiente se casó. Cuando llegó a los 17 nació su primer hijo y más tarde pensó que no podía regresarse del camino. Grabó su primer disco cuando tenía 20 años en Cartagena, con la casa Discos Fuentes. Paso seguido se convirtió en profesional y tres años más tarde concursó en la plaza Alfonso López de Valledupar, ganando la corona en la categoría Semiprofesional, desde entonces su nota jamás se apagó. Esa es ‘Mi historia’, la obra con la que decidió narrar sus 78 años de vida, vividos entre cantos, parrandas, tragos y amigos.
“Un amigo me decía ‘Rada’ nunca te he conocido un acordeón viejo’ y no lo conoció porque nunca lo he usado –risas-“.
Llegó hace 48 años de la región de Ariguaní en el Magdalena a Valledupar. Vino para darle una mejor educación a sus ocho hijos: cinco hombres y tres mujeres.
Para demostrar su talento nada más necesita un buen contendor. Pero ‘Beto’ Rada no es solamente pitos y bajos, de su mente brotó una canción homenaje a Diomedes Díaz, con la que ganó un concurso en Valledupar y por la que recibió un enorme cuadro con la imagen de ‘El Cacique de La Junta’: “unos dicen que Diomedes está caído, pero yo digo que no se ha acabado todavía, en su nombre y apellido salió dotado como una insignia de Dios y la luz del día, así le pasó a Jesús lo crucificaron, aunque iba muerto en la cruz vive todavía, fueron 12 apóstoles que lo acompañaron y así es la fanaticada de Diomedes Díaz”.
“Diomedes escuchó un casete con una de mis canciones en parranda. Yo iba viajando a Bogotá porque iba a grabar con mi hijo, cuando ya estaba en el hotel me llamaron y me dijeron que había mandado a buscar la canción ‘el toro guapo’ y yo dije que no tenía eso, que nunca había hecho una canción así. Pasó el rato y mi hijo me recordó que la habíamos cantando y era ‘La inconforme’. Le hice unos arreglos y se la mandé a Diomedes, que la grabó y ya todos saben el resultado”.
Entre risas y anécdotas, Rada recuerda que fue siete veces segundo e igual número de ocasiones tercero en el Festival Vallenato. “Me tocaba competir con gente berraca, ‘El diablito’ (Omar Geles), ‘El Cocha’ Molina, ‘El Pangue’ Maestre, no fue fácil pero en 1993 le gané a Julio Rojas, Ciro Meza y otros que no recuerdo”. Ese triunfo es quizá el más especial de ‘El pollo negro’, como es conocido en los festivales.
Estudió los estilos de ‘Pacho’ Rada y Luis Enrique Martínez para sacar el suyo. Es único. Los Rada son reyes del son, un aire en tono de lamento que hoy se pierde entre las nuevas figuras del vallenato. Los bajos del acordeón marcan su pauta, como también marcaron a este hombre que grabó con intérpretes como Miguel Herrera, Joaco Pertuz, Eliécer Rada, Adaulfo Herrera, entre otros.
“Esto está perdido, la juventud está acabando con la música”, destaca mientras con su acordeón advierte cómo era la juventud de su época y especifica: “antes la música era bonita, ahora no les importa lo bonito sino lo brincao”.
Tiene claro que los años no vienen solos y por eso sollozó al sumergirse en los recuerdos. Extraña a sus dos hermanos muertos, pero también a otros tres con quienes quisiera compartir más, más que una llamada telefónica.
Esa es una de las cosas que le sacan lágrimas, porque la otra es pensar en que se muera su esposa María. ‘Beto’ el solo y ella, la luna, es el chupaflor que inhibe el néctar de esa flor consentida. “Yo soy sentimental, yo para llorar es ya”.
Con puntos suspensivos ha marcado su camino, nunca se desvió porque conoció el amor de niño y el oficio del acordeón lo llevaron a sentirse importante para el mundo. “Tengo mucha música sin terminar, no paro de cantar, me siento bien y feliz”.
En su canto lamenta que su pueblo no haya reconocido su talento. “Adiós mi pueblo, adiós mujeres, yo quiero que valore lo que tienen, me tendré que declarar adoptivo del Cesar”, y así es hoy ‘Beto’ Rada, hijo consentido de Valledupar y del folclor en general porque su talento desbordó en escenarios, tarimas y coliseos de todo el mundo.
Sus cantos están vigentes, Rafael Santos, hijo de Diomedes, grabó ‘Sigo adelante’ que es una de sus nuevas obras. “Yo no puedo olvidarme de mi arte, con la envida me quieren acabar pero yo no me detengo, voy pa’ lante”, sentenció el juglar a quien ni los oponentes y muchos los quebrantos de salud lograron derrotarlo.
Noche de gala
En la versión 26 del Festival Vallenato, después de concursar durante 15 años, Alberto Rada fue escogido como rey vallenato.
Rompió el récord de inscripciones en el certamen. Siempre ocupó el segundo o tercer puesto, así que su nombre siempre estaba en la tarima Francisco El Hombre de la plaza Alfonso López. Esa noche derrotó a Ciro Meza, segundo puesto, y al favorito, Orangel Maestre, tercero.
Esa velada fue especial porque el telón del Festival lo cerró Carlos Vives, el hijo de Santa Marta interpretó temas de Rafael Escalona, Leandro Díaz, ‘Alejo’ Durán y ‘Juancho’ Polo Valencia. “Hora y media duró el show, que emocionó a los 15.000 espectadores”, dice la noticia de El Tiempo para esa ocasión.
Alberto Rada llegó hace 48 años de la región de Ariguaní en el Magdalena a Valledupar. Vino para darle una mejor educación a sus ocho hijos: cinco hombres y tres mujeres.
Por Carlos Mario Jiménez
Carlos.jimenez@elpilon.com.co