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Al rescate del agro Caribe

En un recorrido realizado recientemente por la región Caribe, tuve la oportunidad de reunirme con varios secretarios de Desarrollo Económico y me complació mucho ver en los planes de desarrollo de sus departamentos un gran interés por la recuperación del sector agropecuario. 

Bienvenido el liderazgo que están tomando los entes territoriales en el diseño e implementación de políticas, estrategias y nuevos modelos productivos incluyentes, para fortalecer los matrimonios de las cadenas productivas con el fin de mejorar la productividad de las fincas y asegurar la comercialización de las cosechas. Ya era hora que se destetaran del ineficaz modelo centralista. “Lo que no sirva, que no estorbe”, decía alguien por ahí.

Celebro con mucho entusiasmo el interés que los gobernantes de mi entrañable región Caribe le están poniendo al sector rural, a las familias campesinas y a los empresarios del campo, para transformar esta importante región del país en una despensa alimentaria para surtir de alimentos y materias primas al mercado local e internacional, teniendo en cuenda las ventajas comparativas: pisos térmicos, luminosidad, fuentes hídricas, cercanía a principales puertos marítimos, etc., frente a otras regiones del país.

Sin duda alguna, esta apuesta de los gobernadores costeños va a generar grandes fuentes de empleos, riqueza y mejor calidad de vida. En la hojeada que pude darle por encimita a sus planes de desarrollo, presentados a sus asambleas departamentales, encontré unos programas primordiales para el inicio de esta gran apuesta en el cuatrienio. Me parece muy acertado que hayan priorizado sus recursos en programas de formalización de la tenencia de la tierra (no tener titulo del predio es como no tener cédula de ciudadanía), adecuación de vías terciarias, construcción de presas y canales de riego, adopción de nuevas tecnologías, escuelas de emprendimiento rural, incentivos al crédito y al respaldo de las garantías bancarias.

La gobernadora del Atlántico, Elsa Noguera, por ejemplo, le está apostando a todos los rubros mencionados bajo un modelo de cooperativismo agrario en alianza con el sector agroindustrial y agrocomercial. Esta estrategia me parece muy acertada para poder aplicar economías de escala en las cadenas agroalimentarias y aumentar la rentabilidad de los agronegocios. El programa piloto que se está gestando con la cooperativa láctea Coolechera, para poner en práctica este modelo de alianza estratégica, seguramente va a tener un impacto grandísimo en la formalización y productividad de los pequeños y medianos ganaderos de esa región. Ojalá lo repliquen en los subsectores agrícolas, piscícola, avícola y forestal. 

Es con este espíritu de objetividad y pragmatismo que los gobiernos locales de los países desarrollados están sobreviviendo en medio de esta crisis social y económica generada por la pandemia de la Covid-19. Mientras el Gobierno no cambie los esquemas de subsidios al sector agropecuario, a los gobiernos territoriales sólo les queda el camino realista de orientar el desarrollo agroindustrial en sus departamentos con recursos de regalías. Si lo hacen se volverán menos dependientes de los pocos y perversos subsidios que manejan los burócratas de las entidades centralizadas y menos vulnerables a las excesivas importaciones de alimentos y materias primas subsidiadas. Por ahí es la cosa.

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