Después de ires y venires este 6 de junio se suscribió en La Habana, Cuba, un acuerdo de cese al fuego, o tregua bilateral con el ELN, por 6 meses, el cual progresivamente se irá desarrollando, desescalando la acciones y deberá entrar en vigor pleno en los primeros días de agosto. Es un paso en la dirección correcta y registramos complacidos ese hecho sustancial.
El Cesar, en particular el centro sur, ha sido afectado por las acciones de esa organización desde hace mucho tiempo, y aunque se han visto disminuidas en los últimos 20 años, su importante retaguardia en la zona del Catatumbo, región cocalera en expansión en la última década, su apoyo desde Venezuela y el corredor hacia zona aurífera de Bolívar, le ha dado el aire para mantenerse en varios pies; además de la reciente bocanada de aire fruto de las indefiniciones y mensajes difusos sobre el papel de la Fuerza Pública que, según coinciden los mejores analistas ‘pazeólogos’ del país, hasta ahora ha tenido el gobierno Petro en la implementación de la llamada ‘paz total’. Esos hechos se han manifestado en secuestros en el departamento, de los cuales por lo menos uno reciente se podría atribuir a esa organización rebelde. Solo podemos ansiar que el cese al fuego sea de verdad un cese de hostilidades contra sectores de la población, por vía de la amenaza, la extorsión o el secuestro.
El ELN es una organización bastante federada a la que se le ha cuestionado su capacidad de mando central, a diferencia de las extintas FARC, y se debe hacer un esfuerzo especial para que su compromiso se materialice y las propias fuerzas gubernamentales deberán hacer un manejo complejo pues estamos en un periodo en el cual no ha habido aún concentración de tropas elenas en un territorio, parece ser constituido por pequeños núcleos armados flexibles y clandestinos y están en una disputa territorial con otros grupos armados como las disidencias de las FARC, el Clan del Golfo y combos armados al servicio del narcotráfico. El pasado viernes estaban al rojo los enfrentamientos en la zona de Corinto en el norte del Cauca entre elenos y disidentes. Sin embargo, es de recordar que al final del gobierno Santos se dio un cese bilateral de algunos meses con el ELN, y su experiencia servirá para evitar errores.
En esta oportunidad la labor de monitoreo, información y de verificación estará en cabeza de la Iglesia Católica y la Organización de Naciones Unidas. Ojalá esta cuente con los instrumentos adecuados para actuar con tino y eficacia. Del acuerdo de participación social ahondaremos después.
Cuando el presidente Duque rompió los acuerdos con el ELN – a raíz de un aleve ataque contra la policía en Bogotá- y con Cuba, que había prestado generosamente su territorio soberano para facilitar los diálogos de paz, manifestamos en este espacio nuestro total desacuerdo. Valoramos que aún en medio del dolor debía persistirse en las conversaciones, como lo había hecho el presidente Santos con las FARC, y el mismo ELN en las postrimerías de su gobierno, frente a coyunturas de conflicto y muerte. Nunca es tarde por la paz.