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Al Cesar yo vi traer…… (El interés social)

Cuando no se idean y construyen las obras demandadas por las comunidades, la importancia de la existencia de los gobiernos, aún con programas definidos, se pierde en la imaginación de los pueblos.

No es difícil buscar soluciones para ejecutar obras de necesidad inmediata cuando queremos a nuestra tierra, nuestro entorno, nuestras costumbres, nuestra gente y somos amantes asiduos del progreso y por consiguiente del bienestar social. Seríamos cada vez menos pobres si tan solo nos asistiera el sentido de pertenencia y habremos derrotado el egoísmo que nos hace irreverentes, indiferentes y nos quita la oportunidad de reconocer los esfuerzos del prójimo.

Cada día estamos sometidos a una cantidad de problemas que nos llegan casualmente por el desinterés en enfrentar los existentes.

Siempre he dicho que, para ser un buen dirigente, solo basta con convertirse en un apóstol de las comunidades en donde el ánimo de servicio y sensibilidad social son determinantes, apartándonos un poco de los temas políticos sin dejarlos a un lado, pero muchos no gozan de estos privilegios por obtusas formaciones en sus ideas y que desgraciadamente son los que consiguen el poder.

Qué bueno es idear, planificar y hacer obras de relevancia total como sucedería con el caso del río Cesar, en donde su degradación sanitaria por las descargas de aguas negras de muchos de los pueblos que alimenta día a día se esté permitiendo una contaminación total que en menos de quince a veinte años estaría acabando una región que desde tiempos atrás ha sido emporio de riquezas. 

Parece que a nadie doliera este problema, que nos pide auxilio con desesperación cada vez que pasamos por el Puente Salguero y nos damos cuenta que ya no podemos beber agua del río, como diría don Toba Gutiérrez en uno de sus hermosos sones Vallenatos (“Cuando pases por el puente, no bebas agua del río, …”).

Dirigentes cívicos, sociales y políticos de los tiempos actuales, es el momento de pensar en grande para con nuestra sociedad; es hora de reivindicarse con su pueblo y cumplido este hecho seríamos capaces de perdonarles desatenciones y actos deshonestos permanentes cometidos, que ni la misma historia les perdonaría.

Les dejo la inquietud ahora y aquí, para pensar y planificar una pequeña reunión con cualquier embajador en Colombia de los países ricos amantes del progreso y de las ciencias, para impulsar la construcción de un gran sistema de tratamiento de aguas residuales, que permita curar por completo este gran problema, que de paso daría para el aprovechamiento de un considerable número de hectáreas cultivables, representando verdaderos avances agropecuarios, cuyos beneficios futuros acabarían sufragando el costo de estos proyectos sin mayores afugias. 

Solo bastaría proponerles, a esos países, que tomen como suya esta obra, háganla y explótenla durante un tiempo prudente y acá no tendríamos que sacrificar un solo peso, ni mucho menos afectaríamos nuestro modo vivendis, al contrario. ¡Recuerden cómo se construyó el canal de Panamá!

Estamos bastantes cansados de tanta ineptitud y olvido por parte de nuestra dirigencia política y administrativa.

Estoy seguro que esta idea es bastante factible y solo así podríamos cantar nuevamente los versos de Escalona…”Al Cesar yo vi traer en su creciente un ahogado, que se ahogó porque iba a ver a su novia al otro lado, …… Hasta para nuestros animales silvestres y los peces del río sería menos atormentante y más dignificante morir por falta de unas aguas limpias y puras que morir por los gases tóxicos productos de la contaminación por el tratamiento deficiente que hoy se practica para potabilizar sus aguas, que no es sino un barril sin fondo desde el punto de vista económico, para la entidad que la administra y desarrolla.

Si se logra esto, podríamos cantar con propiedad y sin mayor preocupación la estrofa que dice:

Maye no le tengas miedo

A la creciente del Cesar

Que yo lo voy a cruzar

Es por el puente Salguero …

Y entonces revivirían y volverían a su estado natural los pueblos del río y sobre todo las playas de amor de Chimichagua, en donde el temible Pedro Albundia, su imagen aparecería en forma permanente en La Zapatosa con los reflejos de sol sobre unas aguas limpias y sanas.

Por Fausto Cotes Núñez

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