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Ahora Médico

LA SIN NOMBRE

Por: JOSÉ M. APONTE MARTÍNEZ

El Turco Pavajeau, ampliamente conocido, es un personaje emblemático de Valledupar, su vida está llena de anécdotas y pasajes divertidos, casi siempre ligados al parrandero, ronero y mujeriego, que en estos últimos años ha alternado con una interesante y amena tertulia en su vieja casona de la Plaza Alfonso López, que noche tras noche departe con sus amigos, el Doctor Alberto Herazo Palmera de palabra fácil y agradable, el escritor Chiche Armenta de fluida pluma, el pelao Alejandro Isaza Lafaurie, el abogado Alfredo “Pello” Dávila, Efraín Orcasita y mi comadre Astrid Baute con Loncho, entre otros.

De rutina, El Turco, se fue para Barranquilla a someterse a chequeos médicos y sus respectivos exámenes y por recomendación de su gran amigo y concuñado, el famoso Alfredo Gutiérrez, con quien se los pegó antes, por si acaso un “prohibido beber”, visitó a un eminente urólogo, pero ya de avanzada edad que lo primero que hizo fue mandarle los consabidos controles de glucosa, triglicéridos, colesteroles y otros más y lógicamente el antígeno prostático, que es quizás el que más preocupa, cuando se tiene el chorro delgadito y la orinadera es usual en las noches.

Le entregaron los exámenes y él – tranquilamente- sin revisarlos, como lo hago yo, se los llevó al médico que después de verlos sin gafas, le dijo con cruda franqueza: “mire, usted tiene ya el gallinazo en el hombro, aquí no hay nada que hacer, usted está bien de cuanta vaina hay, pero tiene los antígenos en 50, así que váyase para su tierra, organice sus cosas, reparta herencia a todos sus hijos y espere con resignación cristiana la muerte.

Preocupado, callado, meditabundo y triste le dijo a Alfredo  y a Chila secamente, me voy, sin dar ninguna explicación, pero en tono fuerte y autoritario como es él, digno alumno de Escalona. Y se vino en el Costa  Line de las 2 y llegó a las 6 de la tarde; sus amigos lo esperaban y – en vez de alegrarse- al verlos, de mal genio, los echó, pues estaba cansado e iba a dormir.
En dos o tres días no hubo tertulia, porque El Turco estaba “raro”; nadie sabía porqué y ya había intriga y suposiciones, especialmente sus amigos pensaban que “el cliente”, estaba sino muerto bien privao, como dice Andrés Becerra; pero no, la verdad, era otra.

Sentados en la puerta de Doña Blanca Cabello, en donde se desarrolla otra agradable y constructiva tertulia, con Romoca en ese entonces, hoy no pues Freddy lo agiló de su casa, el beligerante Turro Carrillo, el prudente Mono Montero, el callado Héctor Cáliz, el Molinero El Negro Zabaleta, el despistao Juancho Calderón, el Sabio Pacho Fuentes y yo, que quizás, como me dicen,  llegó el Turco y desde el otro lado de la calle debajo de un palo de mango llamó a Pacho y solícito y atento como siempre, Pacho atendió el llamado del amigo.

Hombre Pacho, tengo una mortificación que me está matando, no duermo, no como, de aquello nada, y quiero que mires estos análisis en donde está el meollo de la tragedia, para ver que opinas; Pacho los recibió, se puso la gafas para ver bien, lo que no hizo el medico de Barranquilla y revisó los exámenes y sonriente le dijo: no joda, Turco te felicito, estás bien de todo y Pavajeau ripostó muy serio que no estaba para juego ni burlas, que qué bien iba a estar bien con los antígenos en 50.  Pacho le aclaró que no, que era  .50, pero que el punto era pequeño y casi no se veía, que cogiera una lupa y lo verificara; rápidamente, en bolas de fuego “El Turco” así lo hizo y al día siguiente llamó a todos sus amigos y les contó el periplo de su tragedia, ya satisfactoriamente aclarada por el mejor médico de Valledupar, el Doctor Francisco Fuentes, más conocido como Pacho.

Lo festejaron, Jorge Dangond Daza y Carlos Murgas Guerrero, le mandaron dos cajas de whisky y en asamblea plena, Pacho fue declarado “Gran Médico”, titulo que suma al de Ingeniero Civil de la Universidad Nacional y el Honoris Causa en Derecho, otorgado por el Dr. Carlos Morón Cuello, en su calidad de Rector de la UDES en esta ciudad.

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