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Agua del pozo de Belén

Por Valerio Mejía Araújo

“David expresó este deseo: “¡Quien me diera a beber del agua del pozo de Belén que está junto a la puerta!”  2° Samuel 23:15

El pasaje de la referencia, nos muestra aquella ocasión cuando tres de los treinta jefes se unieron a David en la cueva de Adulam, mientras los filisteos acampaban al frente en el valle de Refaim.

David estaba en la fortaleza y había en Belén una guarnición de los filisteos. Ante el deseo vehemente de David por tomar agua del pozo de Belén, los tres valientes irrumpieron en el campamento filisteo, sacaron agua del pozo, y se la trajeron a David, pero él no la quiso beber, sino que la derramó como ofrenda para Dios, porque sus hombre habían expuesto sus vidas para conseguirla. 

¿Qué significado tiene para ti el pozo de Belén? ¿Qué es aquello que anhelas ardientemente? ¿Cuál es esa agua que ambicionas beber? ¿Aquello que deseas con todas tus fuerzas? Algunos anhelan el amor, otros la amistad, las posesiones, las relaciones o el reconocimiento.

¿Acaso, queremos tomarlo para nosotros, incluso poniendo en peligro nuestra propia alma? La mayoría de las veces, no podremos apartar para Dios, aquello que deseamos para nuestra satisfacción personal. 

Debemos aprender a derramar en ofrenda a Dios todo aquello que represente peligro para nuestra alma. Si no lo hacemos, se convertirán en un riesgo tanto para los que amo como para mí, porque se vuelve codiciable. 

Jacob el patriarca, cuando tuvo su encuentro con Dios en Betel, erigió una señal en el lugar donde Dios había hablado con él, colocó una piedra por señal y derramó sobre ella una libación y echó sobre ella aceite. Esto era una manera de reconocer y consagrar ese lugar para Dios. 

María de Betania, derramó sobre el cuerpo de Jesús, un costosísimo perfume, que hizo que fuera recordada por siempre, dondequiera que el Evangelio fuera predicado.

¿Cómo podemos lograrlo? Tomando la decisión en nuestras mentes y corazones, estando dispuestos a honrar a Dios en cada aspecto de nuestras vidas. Que todo aquello que yo soy y tengo, honre y glorifique el nombre maravillosos de Jesús.

Lo contrario también es axiomático, si no lo ofrendamos y ofrecemos a Dios, sino que retenemos las bendiciones que de su propia mano hemos recibido, nos volveremos agrios y amargados.

Si no aprendemos a derramar para Dios las bendiciones y las retenemos celosa y egoístamente, no podremos ensanchar la visión del amor de Dios y nos volveremos inefectivos y poco útiles en sus manos. 

Este concepto de derramar, no es ajeno para Dios; Dios mismo lo hizo, primero cuando envió a su Hijo al mundo, para que el mundo fuera salvo por él. Y otra vez cuando derramó su Santo Espíritu sobre toda carne para capacitarnos con poder y ser sus testigos.

Si Dios se vertió en nosotros, ¿será mucho pedir que nosotros nos derramemos en otros y continuemos así, ayudando a cumplir la Gran Comisión de nuestro Señor Jesucristo?

Amados amigos, el éxito finalmente se medirá por lo que Dios derrame en nosotros y seamos capaces de pasarlo a los otros.

Dejemos que de nuestro interior corran ríos de agua viva, que rieguen y rebose la necesidad de nuestros seres queridos y de otros…
Te mando saludos y muchas bendiciones…   

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