Por Rodrigo López
No pocas veces es desordenada y chambona y negligente. Lo que paso a comentar le ocurre a cualquier particular, pero es asunto público y por eso hay que divulgarlo y aspirar a que se tomen en cuenta los hechos que se denuncian para que se corrijan, para que haya progreso y no retroceso o estancamiento.
Echaríamos para atrás o nos estancaríamos si los encargados de la administración pública no hacen conciencia de que el país se está expandiendo muy rápidamente y que ellos están obligados a prepararse más y a atender mejor sus obligaciones, en una palabra, a razonar más acerca de aquellos asuntos que les corresponde despachar.
Es muy necesario que aprendan bien sus funciones, que las desempeñen con diligencia y que el usuario al retirarse de su oficina lo haga satisfecho por aquella sensación de haberse sentido bien atendido y no lo contrario.
Hace poco estuve en la ciudad de San Juan del Cesar; ya a nuestros pueblos no les podemos seguir diciendo así (pueblos), pues en la actualidad son ciudades; cómo se han llenado de habitantes, de aquí y de allá, muchas veces ya no nos reconocemos, como antes, los unos de los otros; ahítos de toda clase de vehículos, de tiendas de todo tipo de negocios, de hospedajes, de oficinas públicas y privadas, de hospitales y clínicas, de colegios, de centros culturales, de artesanos y artesanías, de cines y centros de diversión.
La gama regional al respecto es maravillosa. Todo ello es bueno y amable, y por eso es precisamente que se requiere el buen apoyo de los funcionarios públicos, pues la iniciativa privada está presente por doquier, pero una mediocre administración pública la puede obstaculizar.
Decía que estuve en San Juan y lo que me ocurrió sé que se repite a todo lo largo y ancho del país. La primera oficina visitada fue la Cámara de Comercio, con el objeto de cancelar un impuesto de registro de instrumentos públicos; lo primero es hacer cola y esperar el momento de la liquidación del impuesto, liquidado éste, recibir la orden para ir a consignar el importe a un Banco, previa otra cola, luego regreso a la Cámara para entregar el recibo de pago, y recibir la orden con destino a la Oficina de Registro de Instrumentos Públicos, cola nuevamente, donde hacen la liquidación de los emolumentos registrales respectivos y se recibe la orden para ir a consignarla suma respectiva, en el Banco, otra cola, regreso a la Oficina de Registro, nueva cola, para entregar el recibo de pago y recibir el comprobante de orden de trabajo, cuyo resultado se entregaría 8 días hábiles después, pero ocurre que la empleada no había aceptado que al mismo tiempo se cancelara el coste del nuevo certificado de tradición, manifestando que ello no podría hacerse sino después de registrada la escritura pública, de tal manera que lo que se hubiera podido hacer desde el principio, se difiere para el final, cuando habrá que repetir los pasos de la tramitología antes indicados. Tramitología pesada, tiempo invertido: 8:30 A.M. a 12 M. A veces es bueno gestionar personalmente a ver que observa uno. Hay gentes para quienes aún son más enredadas estas labores.
El Estado tiene que ponerse las pilas; no debería ser menos eficiente que las empresas privadas sostenibles, porque, de lo contrario, se forman cuellos de botellas. Lo ideal es que tanto los empleados públicos como los privados caminen mano a mano por la misma vía del desarrollo.
La coherencia nos indicaría otro procedimiento. Si los bancos se benefician gratuitamente con el pago de tales dineros depositados, ¿por qué no convenir que el propio Banco podría hacer las liquidaciones de los pagos respectivos, antes indicados, y al mismo tiempo recibir del usuario las consignaciones que correspondan, procurando de esta manera un mejor y más sencillo servicio el usuario?
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