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Adiós jilguero… maestro Jorge Oñate

La brisa inquieta se mostraba más angustiada esa madrugada gris del 28 de febrero de 2021, quizás presentía el dolor que traería esa aurora melancólica y nostálgica; desde la ciudad de la eterna primavera, Medellín, venia una nefasta noticia, se apagaba una voz de canto y magia. Después de luchar como un verdadero guerrero, la muerte sorprendió a Jorge Oñate y desde allí  comenzó a escribirse una nueva historia para él, su familia y desde luego para todos sus seguidores.

Las notas de dolor por su partida son incontables, las manifestaciones de afecto no se hacen esperar, los homenajes que le rinden tributo a más de cincuenta años de vida artística son inevitables y merecidos.  No muere un personaje cualquiera, murió el artista, el cantor, ‘El Jilguero de América’, el Ruiseñor del Cesar, “el más grande”

Jorge Oñate  fue el cantante que dividió en dos la historia del vallenato; con él se cultiva una dimensión diferente en la ejecución del acordeón y el canto. Abrió un camino que comenzaron a andar otros grandes exponentes de la música vallenata: Poncho Zuleta, Diomedes Díaz, Rafael Orozco, Silvio Brito, Beto Zabaleta, Iván Villazón, entre otros. Muchas líneas especiales merece el cantor, hay tanto por agradecerle, sin duda alguna.

Crecí escuchando a Oñate, con los hermanos López, con Emilianito y Colacho, el Chiche Martínez; luego disfruté la mocedad con amigos especiales compartiendo su canto con la armonía especial de los acordeones de Juancho Rois, de Alvarito López, el Cocha Molina y cada constelación de estrellas y reyes vallenatos que acompañaron su canto.

Fueron muchas las veces que observé y disfruté a mi padre en eternas parrandas, cantando: ‘El cantor de Fonseca’, ‘Rosa jardinera’, ‘Únicos’, ‘Campesino parrandero’, y un repertorio exquisito que necesitan hoy muchas páginas de recordación especial.

Hoy el homenaje se escribe, nace de mi alma y sería imperdonable no hacer esta nota; primero porque su música merece exaltación especial; segundo porque esa música suya me llena el corazón de gratos recuerdos. No hay un pedacito de mi tierra que no haya disfrutado su música, y no hay quien se haya quedado sin cantar a todo pulmón al menos una canción de su extenso repertorio.

El folclor está de luto, pero el mejor homenaje se le hace al artista escuchando su música, recordando sus anécdotas, inventándole cuentos y chistes que hoy son inmensos y reconocidos; hasta en la imitación de su particular forma de hablar se le recuerda. 

No se apagarán  nunca sus canciones,  pues quedaron sembradas en el corazón y de allí han brotado muchas líneas que hablan muy bien del artista, el ‘Ruiseñor del Cesar’.

“Triste llora un acordeón/ de dolor por la partida/ del cantor grande que en vida/ fue compañero de honor/ Compungido el corazón/ le da un adiós al jilguero/ al más grande, al primero/ al ruiseñor del Cesar/ el que cantó sin cesar/ a las noches sin lucero”.     Sólo Eso.

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Eduardo Santos Ortega Vergara: