Como a sus familiares y conocidos nos sorprendió la muerte del médico y líder liberal, Jaime Gnecco Hernández, amigo y colaborador de esta casa editorial.
Ayer extrañamos su visita corta al periódico, visita de médico, para entregar su columna, hacía alguna broma a la secretaria, a la recepcionista, hablaba con los periodistas y peleaba con su computador y su USB; y terminaba la visita con un apunte inteligente, sobre la actualidad regional y nacional.
A pesar de su edad, Jaime estaba lleno de vida, de entusiasmo, de ganas de seguir viviendo, conversando, leyendo y riendo como se la pasaba. Disfrutaba la vida.
Era un hombre hecho de una madera fuerte y fina, a la vez. Defensor de las ideas liberales, Gnecco Hernández realizó sus estudios de medicina en Argentina, en la Universidad Nacional de Buenos Aires. Nación y cultura a la quedó ligado de por vida.
Era colombiano, pero también Argentino. En esa sociedad, en ese país, en esa cultura se sentía bien. Allá, se casó con Josefa Dora Pla, con quien tuvo seis hijos, a quienes les enseñó a vivir la vida como el la había vivido, intensamente; con principios, con valores y defendiendo lo que pensaba. Luego, volvió a Colombia, a Valledupar, donde ejerció la medicina, pero también incursionó en la política y en la diplomacia.
Era un hombre de carácter recio, sincero, franco y un agradable y buen conversador. Hablaba de muchos temas, con la propiedad que le daba ser un buen lector. Para él no era ajena la política, el fútbol, la literatura, y – por supuesto – la medicina y las políticas de salud. Esto lo hacía un buen columnista de opinión, polémico, irreverente y atrevido, con su estilo particular.
Le dolía, de verdad, el futuro de Valledupar, el Cesar y Colombia. Amaba a su país. Le dolía tiempo, y ese dolor de patria era el que expresaba en su columna dominical, “Periscopio”, que ya iba a cumplir tres años. En ella analizaba con un estilo personal, muy particular, el acontecer político regional y nacional.
Estaba preocupado por el futuro del partido liberal, ya que era un liberal de verdad, verdad; de ideas, más allá que de partido. Decía las cosas con firmeza y con un fino humor, el mismo que compartía con sus amigos y conocidos, y que tanto extrañaremos.
A sus hijos, a sus hermanos y demás familiares, en nombre de esta casa periodística, los directivos, periodistas, colaboradores, sus colegas columnistas, y los empleados de esta empresa, hoy le damos un sentido adiós a Jaime, el amigo, el colaborador, el consejero y el supervisor de que el periódico saliera bien y le llegara temprano. Paz en su tumba.