En Chimichagua, pueblo de las playas de amor y donde el que nace Dios le multiplica las bendiciones, vive desde siempre Adiel Alfonso Zambrano Arias, el hombre que marca sus pasos con unas muletas y que durante la mayoría de sus 58 años se ha dedicado a escribir poesía narrativa, que lleva de su puño y letra a hojas de cuaderno las que guarda como su mayor tesoro.
Sus poemas tienen la particularidad que remplaza las palabras que comienzan con la letra C por la K. “La idea es recuperar la K y pongo mis poemas al servicio de esa causa. Esto viene del idioma ladino donde se utiliza la K por la C, una mezcla de español con judío”.
Entonces hizo una extensa explicación y se metió en el intríngulis de los promotores del modernismo para que fluyera la parafernalia de este acontecimiento literario. Después indagó que sí había entendido porque de lo contario hacía una síntesis más explícita.
Al aprobársele su tesis ‘Kasista’, puso un ejemplo con uno de sus más de mil poemas.
Koncédeme-¡oh, Dios!-
la gracia de un verso
que abra kamino al alma.
bajo el palmar, el rumor
alegre la korriente del agua.
Ese kanto, ése korrer, esos bríos.
El día se llenó de pájaros
su kanto es la salmodia,
el kanto de acción de gracias.
En kada tejido
en kada rincón
en kada verso,
está viva mi palabra.
Aunque el universo
komo el hombre,
tomen otros rumbos
no se apaga la palabra.
Mi palabra que existe
komo existe mi karne
absorbida de olvido.
El amor de Adiel Zambrano por la literatura comenzó al escribir una buena cantidad de cuentos, pero su hermana Claribel encontró en el lugar equivocado esas hojas y pensó que no servían y las quemó.
Todo eso dio un viraje y como se había dedicado por varios años a leer a Francisco de Quevedo, Pablo Neruda, Oscar Wao y Mario Benedetti, entre otros, se montó en el caballo de la poesía y no se ha bajado nunca a pesar de los rechazos, indiferencias y nulo apoyo a su obra.
“Me puse a darle mente a la idea de pasar de los cuentos a la poesía y como tengo bien entendido que los dioses regalan los primeros versos, después vino el trabajo de darle forma a todo. Antes de sacarlos al ruedo les hago la maduración necesaria para que tengan la aceptación ideal”.
Alguien, que viene de la kalle
o del otro lado del tiempo.
Alguien que a las primeras luces,
se asoma-toca a la puerta-
la mano de mi verso,
toca a mi korazón
apresurado de deseos.
Algo toca a mi puerta…
mis pobres versos tristes,
komo tardes de pueblos.
Yo me asomo
a la vida de los días
komo fruta madura
que kae al suelo.
Seguidamente Adiel Zambrano, el poeta de la K, hace varias precisiones. “Antes, estaba cabellón y barbón, pero me quité todo eso para que la inspiración pudiera aterrizar bien. No tengo mujer, ni tampoco hijos. Solamente le pido a Dios que no me quite la vida para ver el producto de mi trabajo y poder descansar en paz con la poesía. Que mi poesía vea la luz, que mi poesía deje huellas. La poesía es como un hijo que pare el sentimiento y lo arrulla la inspiración”.
Al dar la explicación cambia de semblante, se pone sentimental, agacha su cabeza, no llora, piensa y al rato declara: “Vivo de los buenos corazones, no tengo de que vivir. Vivo con mi mamá Mariela Arias. Sufro de parálisis cerebral parcial que afecto mi sistema psicomotor. Soy un milagro de Dios”.
Ante esta realidad palpable del hombre que con su esfuerzo ha logrado mostrar su talento en esferas del orden departamental y nacional, no hay otra alternativa que darle la mano y hacer realidad su sueño.
Señor Gobernador Luis Alberto Monsalvo, este es un llamado para que ponga A Salvo la poesía de Adiel Zambrano.
Poema…Delicioso suspirar
poema, olor de poma rosa
en un bosque de Eucalipto.
Allá en el fondo,
el sonar del agua
exorciza – korre libre-
por la tierra – la tierra kanta-
poema, sensibilidad, ternura…
Un poema es un misterio
la materialización del alma.
Poema, suave textura
que roza nuestras manos
sobre la piel del fruto.
La despedida del poeta
Adiel Alfonso Zambrano Arias, seguirá siendo el dueño de la letra K, y no se cansa de añorar que sus poemas sean plasmados en un libro, cuyo nombre ya lo tiene listo.
Al despedirse, cuando la tarde agonizaba y la luna quería dar las buenas noches recalcó que no iba a olvidar la amena charla que le recordaron esas viejas tertulias donde las letras encontraban suprema compañía. “Esto no puede quedar en el tintero”, recalcó.
Se subió incómodamente a una ‘bicitaxi’ cuyo conductor se ofreció a llevarlo gratis al barrio Villa Esther. Se fue contento de narrar su historia de vida, pero cuando iba a pocos metros asomó su cabeza y dijo a plena voz: “Juancho, si tocas la mente, el cuerpo la sigue solo”. Adiel, nació para estar al servicio de las letras.
Esta es la crónica que siempre quise escribir con los dedos del alma porque desde muy joven el bardo chimichaguero hizo posible que convirtiéramos las poesías, los cuentos, las crónicas y los relatos en la más grande diversión del cerebro y su mayor interés fue darnos lecciones de vida al lado de los libros.
Por eso nunca olvidaré esas noches oscuras y eternas en la Chimichagua de ayer, donde alumbrados por un mechón Adiel Zambrano declamaba a palo seco:
Si algún día me ves triste no me digas nada, solo quiéreme.
Si me encuentras en la soledad de la oscura noche, no me preguntes nada, solo acompáñame.
Si me miras y no te miro no pienses nada, compréndeme.
Si lo que necesitas es amor no tengas miedo, ámame.
Pero si alguna vez dejaras de quererme no me digas nada.
Recuérdame.
Por Juan Rincón Vanegas
@juanrinconv