La palabra y el verso están a flor de piel. Le rodea un aire de juglar pícaro y trovador de aldea. Oriundo de Pueblo Bello, Cesar, es conocido en gran parte de los municipios y ciudades de la región Caribe colombiana. Así se gana la vida. Tirando coplas en su ambulante recorrido diario. En épocas recientes, se le ha visto en redes sociales contando su historia de vida y actuando en producciones audiovisuales de creadores aficionados de contenido digital. El apelativo popular con que lo conocen tiene que ver, al mismo tiempo, con uno de sus gustos musicales y con su estatura: ‘Diomedito’.
Pero si a Leandro Díaz, aquel inolvidable ‘Compositor de los ojos del alma’, lo que menos le importaba era que hablaran de su ceguera, quizá, a Adalberto Salas –Diomedito– le tengan sin cuidado las preguntas y comentarios sobre su baja estatura.
–Me dicen Diomedito porque me gusta cantar la música de Diomedes. En mis presentaciones digo como él decía: ¡Con mucho gusto!, y ¡Se las dejo ahí! –expresa Salas.
Dentro de su repertorio de vivencias, apunta el aprendizaje del acordeón escuchando música a través de la radio, el adiestramiento de su vocación repentista escuchando a otros verseadores que hicieron época, la amistad con el desaparecido acordeonero Juancho Rois y su afinidad con cantantes de ‘La nueva ola’, como Elder Dayán Díaz.
Salas tiene cuatro hijos de dos mujeres distintas, de los cuales, tres de ellos son el fruto del amor con su actual compañera sentimental, Diana Martínez. Hoy por hoy, su labor intensa se concentra en las calles concurridas del centro de Valledupar.
–Vine a Valledupar porque acá los trabajos son más suaves, cantando y verseando por ahí. En Pueblo Bello son trabajos campesinos, tirar machete, alzar bultos, y eso no es para mí–, afirma con la voz pueril que hace dudar de sus 61 años.