X

Acompáñame a apartar las espinas

Durante la última semana de 2015, el alcalde Tuto Uhía, a través de los medios de comunicación y las redes sociales, anunció con entusiasmo a los miembros de su gabinete. Mejor dicho, confirmó los nombres que se venían murmurando desde su elección: pocos, obviamente, no eran fruto de favores de campaña. Entre otras sectoriales, manifestó que Miguel Morales sería el nuevo Director de la Casa de la Cultura, sugiriendo de forma curiosa: “Vamos a rodear a nuestro buen amigo…”. A continuación, quiero referirme a este acontecimiento político, advirtiendo que solo me dejaré conducir por el fervor que me despierta la cultura como instrumento de trasformación social.

Tuto Uhía dice que anhela una Valledupar turística y cultural, iniciativa que juzgo coherente con la realidad histórica, social y económica de la ciudad. En efecto, resulta determinante que su equipo de trabajo no solo comparta su proyecto, sino que también reúna las cualidades para hacerlo verosímil ante la gente, para efectuarlo.

En este contexto, Miguel Morales juega un papel fundamental, pues encabeza una oficina determinante para cumplir con los propósitos del alcalde, quizás el área más influyente para desarrollar los procesos que se ambicionan (sin desconocer que es necesario que la administración realice un trabajo mancomunado, trasversal).

Sin embargo, el nombramiento de Miguel Morales genera muchas dudas. Él es reconocido por ser un intérprete de música vallenata romántica (no propiamente la que salvaguarda la Unesco) que nunca ha estado inmiscuido en escándalos, más no por ser un gestor cultural. Su experiencia como mediador entre la formación, la creación y la promoción artística, a través de procesos que garanticen el desarrollo social desde el sector público o privado, es escasa o tal vez nula.

Inconsciente de sus insuficiencias, en una entrevista para El Pilón, cuando le preguntaron sobre administración pública, Miguel Morales tuvo la osadía de decir: “El conocimiento administrativo es sencillo”, dejando notar que no sabe en qué se está metiendo. Por otro lado, para consolidar la Valledupar que manifiesta visionar el alcalde, el jefe municipal de cultura debe conocer de vallenato, que es sin lugar a dudas nuestra máxima expresión, pero también debe tener noción de literatura, pintura, escultura, fotografía, danza, teatro, cine… Y resulta innegable que Miguel Morales poco ha tenido vínculo con estas otras manifestaciones.

Es idiota pretender que Tuto Uhía dé, en el corto plazo, su brazo a torcer frente alguna decisión que ha tomado, su gobierno apenas comienza y los compromisos políticos están muy recientes. Por eso su llamado a rodear a Miguel Morales no es equivocado. Claro, considero que el ex miembro de Los Diablitos, no debe esperar que los ángeles le caigan del cielo, sino que debe salir a buscar a quienes puedan ayudarlo a hacer una labor acertada. Me atrevo a sugerirle que busque asesoría y trabaje con los amigos de Patio Arte (pintura), Maderos Teatro (artes escénicas), Diego Rivero (sinfónica), Samny Sarabia (cine), Nina Vilo (fotografía), Romel Amador Daconte (productor de cine y TV), Aviva (centro histórico), Félix Molina Flórez (literatura), Banco de la República (sección cultural), entre otros.
Ahora más que nunca Miguel, quien tiene fama de ser bonachón y saber oír, tiene que cantar aquel éxito suyo que dice: “Acompáñame, a apartar todas las espinas para seguir / Acompáñame, porque la soledad podría hacerme llorar”.

Por Carlos César Silva.

 

Categories: Columnista
Periodista: