En carta a la Universidad Nacional sede de La Paz, la Academia de Historia puso en duda el sobresaliente protagonismo de la heroína vallenata, que desde 1940 en virtud de una ley de la República fue enaltecida por su contribución a la causa libertadora. Su reconocimiento fue de tal magnitud que la plaza Principal adoptó su nombre -antes de llevar el del presidente Alfonso López Pumarejo- y, en 1942, el del primer colegio de bachillerato de la ciudad, el Colegio Loperena.
Últimamente, el templete del Parque de La Vida fue un reconocimiento más a la mujer vallenata. Es de anotar que su contribución histórica surge de una investigación que desarrolló desde hace un siglo el historiador y abogado vallenato Pedro Castro Trespalacios.
Algunos investigadores y escritores de la estirpe vallenata, como Alfredo Mestre Orozco, han cuestionado esa investigación. Tema polémico.
Carta del general Francisco de Paula Santander, presidente de la Nueva Granada, a José Maria Fernández de Castro del 2 de abril de 1836.
La academia dice, en su carta fechada el 4 de octubre de 2023 y dirigida al secretario General de la sede universitaria, José Elquin Toro Arias: “Dando respuesta a su consulta del día de ayer, relacionada con el nombre que debería tener la biblioteca de la sede de la Universidad Nacional en La Paz, me parece que los estudiantes que han propuesto el nombre de la señora Concepción Loperena de Fernández de Castro están mal informados, como le explico a continuación.
La fama de partidaria de la opción patriótica que, popularmente tiene, proviene de un acta apócrifa relacionada con una declaración de independencia de Valledupar en el año de 1813, (…) Para el momento de la data, era presidente del Estado de Cundinamarca don Antonio Nariño, porque don Jorge Tadeo Lozano había dejado de serlo desde el jueves 19 de septiembre de 1811, es decir, un año y cuatro meses antes. Ninguna mujer podía ser miembro de algún cabildo en el antiguo régimen, ni en el nuevo, y menos llevar la vocería de algún cabildo para declarar la independencia respecto del gobierno de España, en ese momento encarnado en un Consejo de Regencia y en la soberanía de las Cortes. Para la fecha de la data, Simón Bolívar no era un “ilustre general”, sino apenas un coronel al servicio del gobierno del Estado de Cartagena. Su cuartel estaba situado en Ocaña, y su rumbo era San José de Cúcuta”.
Es más cruda la Academia al sostener: “El sentido de este documento no podía ser la declaración de independencia de Valledupar, entonces bajo el dominio del gobierno de Cartagena, sino, quizás, alguna medida cautelar para el cobro futuro del hato de equinos que probablemente había sido decomisado por las tropas del general Bolívar en su campaña sobre los valles de Cúcuta, como era frecuenta en esa época“.
Por otro lado, las investigaciones del historiador Miguel Suárez Araméndiz han mostrado que en el mes de febrero de 1813 se había formado en Valledupar un ayuntamiento constitucional, al tenor de la jura de la constitución de Cádiz (1812). Pero la llegada del virrey Montalvo obligó a los vecinos a disolverlo, regresando a la organización del cabildo antiguo. En ese contexto de adscripción a la opción regentista, o gaditana, es que puede inscribirse la señora María Concepción Loperena y Ustáriz, quien casó en Valledupar con José Manuel Fernández de Castro, quien fue teniente de gobernador de Santa Marta e hijo de José Manuel Fernández de Castro y Aguilera, quien fue alcalde ordinario de la ciudad de Santa Marta en 1754. Un hijo de esta señora, José Antonio Fernández de Castro Loperena, protocolizó ante el notario de Valledupar, en 1817, que su madre, actuando como su tutora, había otorgado un poder a Mateo de Arroyo, residente en Madrid, para que asegurara la administración de los mayorazgos que su marido tenía en Burgos, así como una heredad situada en las casas del Duque de Medinaceli”.
Es de anotar que aunque la Academia en la carta, sin pedírselo, recomendó en su lugar que la biblioteca se denominara José Francisco Socarrás Colina, vallenato, padre de la siquiatría colombiana, finalmente acogió el nombre de Alfonso Araújo Cotes, importante dirigente cesarense fallecido hace pocos años y oriundo de La Paz , Cesar.
Comentario del director de EL PILÓN
En el libro de Roberto Cortázar que recopila la cartas del General Francisco de Paula Santander, entonces presidente de la Nueva República, aparece una carta que dirige el presidente al hijo de Loperena, José Maria Fernández de Castro, el 2 de abril de 1836, reconociendo la labor de su madre por la bandera libertadora, con el comentario que hace el recopilador, de que corresponde a una copia enviada por el doctor Pedro Castro Trespalacios. EL PILÓN, a través de su director, Juan Carlos Quintero Castro, se dio a la tarea de buscar dicha copia en la Casa de Santander de Bogotá, de donde fue remitido a la Academia Colombiana de Historia que publicó el libro de su académico, Cortázar. Se manifestó que las cartas soportes del libro, fueron remitidas al Archivo General de La Nación, AGN. Pero esa copia de la carta no ha aparecido aún en el archivo nacional , y no reposa en las carpetas que recopiló las cartas de Santander de 1836 y otros años .
Según información de Mauricio Tovar, director de archivo, para la época de la publicación del libro (1955), el archivo de la Academia de Historia no había llegado al AGN (llegó aproximadamente en 1998).
“Es posible que muchos documentos no hayan sido transferidos”.
Sin embargo, hay bastantes hechos e indicios de que María Concepción Loperena no fue una mujer sin importancia y debió tener visible desempeño en su proximidad a Simón Bolívar y su causa. La posición de la Academia Colombiana de Historia de quitarle protagonismo por su condición femenina no es razonable: hubo muchas mujeres que, estando en Consejos u órganos representativos o no, lideraron la causa de la Independencia. Este parece ser un caso. Además, son conocidos los vínculos familiares amistosos de su familia, en particular los Fernández de Castro, con familias afines y relacionadas con el Libertador Simón Bolívar, entre ellos la familia Mier de Santa Marta, propietaria de la Casa de San Pedro Alejandrino.
Sucedió, según investigaciones como las de Suárez Araméndiz y Hugues Sánchez, que las familias españolas -acogiendo la causa independentista- continuaron en el poder local en la Nueva República a través de sus descendientes criollos.