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Acabar con la guerra hablando de paz

Por: Gustavo Cotes Medina
En los últimos treinta años, todos los presidentes colombianos, desde Belisario Betancur hasta Juan Manuel Santos, han adelantado contactos de todo tipo para poner fin al conflicto armado en nuestro país, y entendieron que la discreción es el primer paso en la búsqueda de la paz, si se quiere alcanzar el éxito. Esta receta se está repitiendo en el actual Gobierno y casi todos apostamos y unimos voluntades para que sea un proceso eficaz con resultados medibles en el corto plazo. ¡Siempre hay que aspirar a la paz!
Por supuesto que el proceso de las negociaciones no será fácil, nunca lo ha sido, pero tenemos la obligación de apoyarlo y de aprender con los errores   del pasado, para no repetirlos y comulgar con los fracasos. Es un imperativo histórico que cualquier proceso que se inicie debe llegar al fin del conflicto y no a su prolongación. Además, el Gobierno tiene la obligación de mantener las operaciones militares y de hacer presencia en todo el territorio nacional. Con estas mismas condiciones, el presidente Santos le abrió la puerta a un proceso de paz con el ( autodenominado Ejército de Liberación Nacional) ELN.
Es posible tener una Colombia en paz y sin guerrillas para que podamos encontrar un camino libre de espinas y el destino cierto de la prosperidad. Las reformas políticas ya aprobadas, el marco jurídico para la paz, la ley de víctimas, la ley de desmovilizados y la modificación de la ley de orden público, pueden llevar a un feliz término una eventual negociación con las guerrillas, actuando con prudencia, seriedad y firmeza para evitar al máximo una decepción y una nueva frustración al país.
Las FARC no gozan de las condiciones económicas y de la fortaleza militar que tenían hace 14 años, y no son una amenaza real para nuestro sistema democrático, pero no se pude negar que mantienen su capacidad para producir daño a través del terrorismo. Las transformaciones sociales que está adelantando el presidente Santos, le están quitando todos los argumentos a la existencia de la insurgencia. En este momento, la guerrilla colombiana se muestra obsoleta, pasada de moda, casi aislada y sin ideales políticos. El Gobierno Santos, con una visión integral, está mostrando una estrategia coherente para terminar este conflicto armado que nos golpea desde hace cincuenta años.
El Gobierno tiene que ser audaz e imaginativo en esta negociación, despejando cualquier asomo de debilidad con una guerrilla vendedora de ilusiones y fantasías. Ya estamos cansados y aburridos de esta confrontación, que se muestra estéril e inútil, donde todos somos víctimas y se masacra al pueblo que la guerrilla dice defender.
Hoy, tenemos razones para abrir paso al optimismo cerrando en forma definitiva esta sangrienta etapa de la historia colombiana que nos presenta,  con una negociación digna, la oportunidad de mostrarnos ante el mundo como un país joven, progresista y civilizado que resuelve sus diferencias mediante el diálogo franco y directo, cicatrizando heridas, silenciando  fusiles y desarticulando carros bombas.
¡La democracia colombiana ofrece a la guerrilla los mecanismos necesarios para realizar grandes transformaciones por la vía de las urnas, pero no de las armas. No esperamos una negociación perfecta, solo queremos que sea legítima y si hacemos las cosas bien, el límite de Colombia es el cielo! El presidente Santos tiene claro  que por sus manos está pasando un momento que puede ser histórico y por eso considera que ¡La paz es la victoria!
gustavocotesm@hotmail.com

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