Es un profundo error creer que no hay nada por descubrir, equivale a tomar el horizonte por el límite del mundo, pero sería llover sobre lo mojado intentar descubrir lo que ya está inventado, sin dejar de advertir la importancia de leer un pensamiento y apreciarlo como acto sublime y remarcar el texto bíblico: “No hay nada nuevo debajo del sol, pues ya fue en los siglos que nos han precedido” (Eclesiastés 1:9-10).
Bertolt Brecht, erudito Alemán, apunta que el mayor castigo para quienes no se interesan por la política es que serán gobernados por personas que sí se interesan; no hay peor analfabeta que el analfabeta político, no oye, no habla, desconoce plenamente el costo de vida, que obviamente obedece a una decisión política; es tan burro que se enorgullece y ensancha el pecho diciendo que odia la política.
Da la sensación de optar por una postura a todas luces insensata, pues todo se mira a través del prisma político; incluso la escogencia y decisiones de los magistrados de las altas cortes no escapan a esta realidad, regida por acuerdos políticos, sin ignorar las maniobras politiqueras que siembran la desconfianza en la mayor parte de los electores.
Es un sofisma decir que la prensa representa el “cuarto poder “ de los tres poderes del Estado: ejecutivo, legislativo y judicial, expresión acuñada por el escritor anglo-irlandés Edmundo Burke en 1788 en el debate de apertura de la Cámara de los Comunes del Reino Unido, con cuatro escaños: los Lores Espirituales, representantes de la Iglesia; los Lores Temporales, de la Nobleza y los Comunes, de los políticos, sumada la tribuna de prensa, considerado de lejos el más importante.
Hoy, en mi opinión, el “cuarto poder”, vocablo popularizado por el escocés Thomas Carlyle en el siglo 19, con el cual se designa a la prensa, en clara alusión a la importante influencia que ejercen los medios de comunicación entre la sociedad y opinión pública y, sobre todo, en muchos gobiernos y sus representantes, pero realmente el “cuarto poder” radica en los grupos económicos, dueño de los medios de comunicación, donde el periodista es un simple asalariado.
Pero los electores también deben sopesar al dictador Soviético Stalin, quien en una de sus reuniones solicitó que le trajeran una gallina. La agarró fuerte con una mano y con la otra empezó a desplumarla. La gallina desesperada por el dolor, intentó fugarse, pero no pudo.
Así logró quitarle todas las plumas. Stalin les dijo a sus ayudantes y secretario: “Ahora observen lo que va a suceder”.
Puso la gallina en el suelo, se alejó de ella un poco y agarró en su mano un puñado de trigo mientras sus colaboradores observaban asombrados cómo la gallina, asustada, dolorida y sangrando, corría detrás del dictador tirano mientras este le iba tirando puños de trigo y daba vueltas por la sala.
La gallina lo persiguió por todos lados. Entonces Stalin miró a sus ayudantes y secretario que estaban totalmente sorprendidos, y les dijo: “Así de fácil se gobierna a los estúpidos”. ¿Ven cómo me persigue la gallina a pesar del dolor que le he causado? Así son la mayoría de los pueblos, siguen votando a sus gobernantes y políticos a pesar del dolor que les causan por el simple hecho de recibir un regalo barato, una promesa estúpida o algo de comida para uno o dos días. A ver si este país deja de ser tan estúpido como la gallina.