Por: Valerio Mejía
“Y oró Eliseo, diciendo: Te ruego, Señor, que abras sus ojos para que vea…”. 2 Reyes 6:17
Esta oración que hace Eliseo por su siervo, cuando fueron sitiados por los sirios en una ciudad llamada Dotán, es la clase de oración que necesitamos hacer por nosotros mismos y por los demás. Hoy, yo también quiero orar: “Señor, abre nuestros ojos para que podamos ver”.
Aunque no lo podamos percibir en la dimensión física, el mundo está lleno de caballos, carros de fuego y carrozas, alrededor de nosotros que pertenecen a Dios. Dios está expectante para llevarnos a lugares de éxito y de victoria.
Amados amigos, cuando nuestros ojos estén abiertos de esa manera, podremos advertir que todos los acontecimientos de nuestra vida, tanto grandes como pequeños, alegres o tristes, son como carrozas del Señor que nos llevan hacia lugares de reposo y de confianza.
Las carrozas del Señor son todas aquellas intervenciones divinas y sobrenaturales en el curso ordinario de la naturaleza, en donde Dios irrumpe en nuestra historia, viniendo desde la eternidad al tiempo, muchas veces suprimiendo momentáneamente una ley natural y reemplazándola por otra ley sobrenatural con el objeto de protegernos, sanarnos, bendecirnos o simplemente comunicarse con nosotros, revelando así su preciosa naturaleza de amor y aceptación para nosotros.
Sobra decir que todo aquello que nos acontece puede convertirse en una carroza; nosotros, a través de nuestra fe, poseemos el maravilloso don de convertir toda experiencia por negativa que parezca en una oportunidad para que Dios se magnifique. Por el contrario, aun la prueba más pequeña también puede aplastarnos y conducirnos a la desesperación si le damos mucha importancia y no vemos la carroza salvadora que Dios ha dispuesto para ayudarnos en la prueba.
Creo que la actitud de confianza es definitiva, está en nosotros y no en las circunstancias que nos sobre vienen, el que seamos perjudicados o beneficiados. Si permitimos ser pisoteados y aplastados por lo que nos acontezca, entonces seremos afligidos en gran manera, pero si saltamos sobre nuestras aflicciones y adversidades como si fueran carrozas de victoria, y hacemos que nos transporten triunfalmente hacia adelante, entonces cada momento o circunstancia de adversidad se convertirá en una carroza de Dios.
El siervo de Eliseo, con sus ojos físicos, vio solamente dificultades y problemas; vio un atemorizante ejército sirio que tenía sitiada la ciudad, con gente de a caballo y carros; esto le produjo temor y desconcierto, al punto de decir: ¿qué haremos? Pero después que Eliseo oró por él y sus ojos espirituales fueron abiertos, vio que el monte estaba lleno de gente de a caballo y de carros de fuego alrededor de ellos. Enviados por Dios para protegerlos. Como diría mi hermanito Pacho: “Huuu, yo tengo mi gente”.
¿Cuántas veces, nos llenamos de temor y dudas en el corazón, porque no somos capaces de ver con los ojos de la fe, la provisión o protección que Dios ha preparado para nosotros? Levantémonos cada día y de cara a la adversidad seamos capaces de proclamar: “¡Por fe andamos, no por vista!”.
El Señor puede hacer poco con un alma amilanada por el miedo y la desconfianza. Nuestros enemigos, de todo tipo, tratarán de lanzarnos a la desesperación poniendo cerco alrededor de nuestras vidas y nuestras cosas, pero enfrentémonos con el día a día, no con sentimientos de derrota y frustración, sino con fe y certeza de victoria en nuestra alma.
Si aún no te liberas del asedio y sitio que tienen sobre ti, entonces, mira la circunstancia con los ojos del espíritu y disfruta de la victoria que Dios te dará enviando a su ejército con gente de a caballo y carros de fuego alrededor tuyo.
Oremos juntos: “Gracias Dios, porque tus carrozas de amor envuelven mi vida y me ayudan en cada dificultad. Gracias. Amén”.
Recuerda: Cuando te sientas débil y derrotado frente a alguna dificultad, pídele a Dios que abra tus ojos para que veas…
Te mando un alegre abrazo de Pascua.
valeriomejia@etb.net.co