¡Qué fácil es estar bien cuando todo va bien! Es una cuestión casi que natural pensar de esta forma. Lo cierto es que estamos acostumbrados a no tener buena relación con los malos episodios, odiamos el caos. Todas esas escenas que nos vuelven una montaña rusa de emociones y sentimientos, sobre todo ahora en medio de esta crisis. Una crisis mundial que hace una invitación digna. Un llamado a la introspección y la observación interna. Los seres humanos queremos exteriorizar todo, qué fácil nos buscamos el sufrimiento sin darnos cuenta. A mí me ha parecido lindo abrazar mi caos, literalmente sentirlo. Todas esas guerras internas, desprender el cuerpo de la mente para poder vivir el aquí y ahora.
Es una tarea difícil, en el proceso salen todos esos monstruos y toda esa basura interna que tenemos y que está dominada por el ego. Ahí les dejo la invitación para que se encuentren ustedes mismos, es un error buscar la solución del caos propio en la vida de los demás. El problema es con nosotros mismos y cuando lo aceptamos, lo vivimos, crecemos y es liberador.
¡Está bien no estar bien! Lo bueno de toda esta frase surge cuando abrazamos el ‘no estar bien’ de una manera sana, unánime. Aceptando que es una condición humana. Se vale estar deprimido, estresado, cansado, triste, melancólico. Si estos estados anímicos se observan desde adentro como estados transitorios para crecer, vas a valorar estos estadíos porque cada vez que te encuentres con ellos sabrás que tendrás una depuración natural, una depuración del ser para renovarte. Para hacerte nuevo, en el proceso sale la basura interna. Cuando me hice novia y tuve una relación con estos actores del caos, empecé a crecer. Me empecé a sumar. Abraza todo tú popó interno, dale apapachos, bésalo, no huele bien, pero es indicio de que todo funciona si se ve como lo que es: crecimiento.
Lo bueno del ejercicio es que si estás bien contigo mismo, esa frecuencia será la ideal para encontrarte en armonía con todo lo demás. No hay mayor refinamiento que lograr destilar las emociones, sentirlas, vivirlas. Por eso, considero que el caos se convierte en un gran maestro de la vida; nos invita hacer un enfrentamiento con nuestro ego que es la cosa que más nos está fregando la vida a todos, de manera individual y colectiva. Es la piedra en el zapato que estorba fuertemente; porque una de las cosas más difíciles que hay en la vida es observar de ojos pa’ dentro, siempre lo hacemos hacia afuera, elegimos el camino más fácil: señalar y juzgar.
Te invito a que abraces tu caos. Haz el amor con tus crisis. Esto es amor, aceptar la verdad y esa verdad no tiene que ser linda. No nos abandonemos en la tormenta, seamos nuestro propio faro. Una vez nos aceptemos así, tendremos paz, actuaremos con amor y humanidad, seremos apasionados, viviremos el presente y nos sentiremos como una pequeña cosa efímera en este mundo al nivel de todo, en un mismo plano. Además, se sopesarán las cargas del pasado que a veces nos cuesta tirar y la mente dejará de pensar en el futuro que no existe.
Haz una tregua contigo mismo y sé fiel a eso. ¿Qué sería de esta vida sin el caos?