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A un gran amigo

Cuando hablamos del diario EL PILÓN, no solo referenciamos a un importante medio de comunicación impreso, sino también a la mejor escuela periodística de la región y desde luego a una enciclopedia de historias entretejidas entre los cristales del tiempo y los recuerdos, donde gracias a Dios y a la vida he tenido la oportunidad de ser parte de muchas de ellas, trabajando y aprendiendo en mi opinión al lado de los mejores periodistas de estas tierras: Guzmán Quintero (QEPD), Galo Bravo (QEPD), Dickson Quiroz, Ana María Ferrer, Sergio López, Yimis Núñez, Agustín Bustamante, José Urbano y Juan Rincón… lo mejor, grandes amigos todos.

Y a propósito de la reciente despedida de José Urbano Céspedes de la dirección de EL PILÓN, sin escatimar en nada su cariño por esta casa editorial y solo por esa dinámica de la vida que cada día nos traza nuevos retos y oportunidades para seguir creciendo en nuestro ejercicio profesional, hoy quiero dejar a un lado la línea sarcástica que trato cada quince días de mejorar en mis nacientes columnas, para agradecerle por su entrega y compromiso al frente de EL PILÓN durante este tiempo, pero sobre todo para exaltar el valor de su amistad y de sus grandes cualidades humanas, aduciendo un mensaje que por estos días leía en redes sociales y que rezaba: Lo que me tengan que decir o expresar díganmelo y háganlo en vida. Es en vida o nunca”.

José Urbano o ‘Chule’, como generalmente se le conoce, además de ser un gran periodista, forjado en la práctica en esa primera generación dorada de esta casa editorial, en los albores de los años noventa, es además una excelente persona, buen amigo, noble, creyente y amoroso de su familia, destacando con letras doradas esa correcta simbiosis entre su andar en la vida y la ejecución de su profesión, descritas perfectamente en el gran pensamiento de Ryszard Kapuscinski: “Para ejercer el periodismo, ante todo, hay que ser buenos seres humanos”, y de esto también le sobra.

De igual forma, quiero destacar el fuerte vínculo entre José Urbano y EL PILÓN, donde ha tenido muchas vueltas y regresos, propias del navegante que va y viene buscando nuevos rumbos, pero que nunca olvida ese puerto donde iniciaron sus primeras travesías y donde siempre lo esperan para escuchar y contar viejos relatos, pero también con esperanza para escribir nuevas historias.

La vida no le ha sido fácil, y en ese deshojar de los días donde caen los momentos y queda la experiencia, no solo se ha llenado de triunfos y alegrías, también ha recogido pesares que al final han fortalecido su carácter; y ante las pérdidas que abrazan el verde jardín de la ausencia, Dios le ha regalado ángeles que desde el cielo iluminan su camino y conducen sus pasos.

Al cierre de cada edición voy a extrañar los mensajes con los jocosos llamados de atención por no entregar la caricatura temprano. Éxitos viejo amigo en tus nuevos proyectos, sigue soñando y creciendo por ti, por tu familia, en especial por tu esposa Claudia, tus hijas María José, María Camila y tu nieta Helena Valentina, sí, porque el tiempo ha pasado tan rápido que hasta abuelo ya eres. Además de compartir alegrías, proyectos, de llorar en momentos difíciles de nuestras vidas, también puedo decir que te he dibujado y dedicado una columna, nuestra amistad sigue intacta y espero que podamos coincidir nuevamente en lo que tanto te apasiona, el ejercicio periodístico, y si es en EL PILÓN, mucho mejor.

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Deivi Safady: