En Colombia, al igual que Latinoamérica, como lo afirma la Secretaria ejecutiva de la CEPAL Alicia Bárcena, “nos convertimos en exportadores de materias primas, volvimos a esquemas que creíamos superados” y remata diciendo, “así nos será muy difícil dar sostenibilidad a nuestro crecimiento”.
Si bien, como afirma Christina Figueres, ex secretaria ejecutiva de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio climático, “hay que agradecerles a los hidrocarburos por lo que han hecho de la economía de Colombia, porque este país no sería lo que hoy es, con un desarrollo ejemplar en Latinoamérica, sino fuera por la exportación de carbón y petróleo. Sin embargo, llegó la hora de reconocer que es una actividad que tuvo su momento de sol, pero hoy ya está en el atardecer y tenemos que prudentemente buscarle alternativas rápidas ya”.
Bien dijo el experto y analista Manuel José Cárdenas que “apoyarse en factores tan estáticos como los recursos naturales, puede ser una buena manera de comenzar pero una mala manera de continuar”. En este sentido, según la Presidenta del Consejo privado de competitividad Rosario Córdoba “la recomendación central de la OCDE es categórica: Colombia debe priorizar la agenda de transformación productiva y asignarle recursos a la altura del reto”.
Y en dónde está la fuente de financiamiento de la transformación productiva? El capital semilla para emprender la tarea largamente aplazada de la diversificación de la economía está en los recursos de los que dispone el Fondo de Ahorro y Estabilización en el fideicomiso constituido para el efecto, que bordean los $10 billones, así como los que se ahorren hacia el futuro, cómo está previsto en el Acto legislativo 05, que se acaba de aprobar por parte del Congreso de la República, amén de aquellos que, según la misma norma, tendrán esa misma destinación.
No hace sentido que con las falencias que tiene Colombia, especialmente en materia de infraestructura, en lugar de invertir bien tales recursos, que superan con creces los que se esperan recaudar por cuenta de la controvertida reforma tributaria 2.0, los mismos estén atesorados, simplemente recibiendo unos magros rendimientos. Tampoco se justifica que los recursos previstos para invertir en ciencia, tecnología e innovación (CteI) sigan congelados en los bancos. Como lo aconsejó recientemente la Misión de sabios, Colombia deberá apretar el paso en este frente para corregir el rezago del pasado de la inversión en CTeI, sin la cual será imposible mejor su baja competitividad.
Esta es una empresa de largo aliento, que debe comprometer los esfuerzos y la voluntad política no de una sino de varias administraciones, por eso la planteo como una política de Estado y no de gobierno, para que tenga continuidad en el tiempo. Yo podría concluir diciendo con Parke Dickey que “muchas veces en el pasado pensábamos que nos estábamos quedando sin petróleo, pero realmente nos estábamos quedando sin ideas”. Eso no nos puede volver a pasar!