Algo sobre
Por: José Romero Churio
Sorprende la enorme indolencia por el río Guatapurí, que abastece a los residentes y turistas de Valledupar de agua potable, agradable y a bajo costo, ya que no requiere compleja descontaminación; además, la frescura y limpidez de su agua lo han convertido en lugar recreativo preferido, cuya orilla del sector del balneario Hurtado, ahora parque lineal, es utilizada todos los días por mucha gente, para caminar, trotar y manejar bicicleta como medios de vida saludable.
Lamentablemente son muchos los que se vanaglorian del río Guatapurí, sin embargo, pocos le dispensan el tratamiento que merece. En consecuencia, la campaña propuesta por la directiva del Centro Comercial Guatapurí, de cuidarlo para preservar tan maravillosa y valiosa fuente hídrica, el reducido grupo de veras conscientes de su vital importancia la acoge con gran beneplácito.
Esta iniciativa, acompañada de constancia y de instrumentos legales pertinentes, sin duda, a largo plazo se le verá buen resultado. No será fácil generalizar la cultura de protección al ambiente, en una sociedad tan egoísta que sólo se preocupa de su bienestar, en la que la mayoría de sus componentes padecen carencias por sus precarias condiciones y con tal de satisfacer las necesidades básicas, poco o nada le importa la suerte de las futuras generaciones.
En nuestro país, es fundamental el restablecimiento del Ministerio del Medio Ambiente, manejado bajo condiciones técnicas y no políticas que en Colombia todo lo corrompe. El cambio climático, las calamidades ocasionadas por los fenómenos naturales, el menoscabo de la flora, la fauna y el deterioro de la vida humana por la explotación de las riquezas naturales, demuestran que el Ministerio en mención es indispensable para implementar adecuada vigilancia y controles gubernamentales, tendientes a evitar o mitigar los efectos, por ejemplo, los desastres producidos por la última temporada invernal, que no habrían sido tan fatales si los funcionarios y gobernantes hubieran invertido el dinero público en infraestructuras preventivas, todo debido más que todo a la escasa y débil regulación gubernamental.
Obviamente, la culpa no recae del todo sobre el mal funcionamiento de los gobernantes y funcionarios inoperantes, para no desacreditarlos con peores calificativos. A la ciudadanía en general también le cabe responsabilidad y no poca sino grande. No creo necesario decirlas, ya que los lectores saben cuales son las obligaciones que les corresponden.
No es pretensión ni ambición desmedida, pero lo ideal es invertir en el río Guatapurí y hacer algo similar a los ríos Támesis de Londres, el Sena de París y de otras ciudades que cuidan sus ríos con adecuadas canalizaciones, reforestaciones, vigilancias y controles.
En fin, para que esto sea posible hay que analizar: “…el impacto ambiental de los procesos de producción, establecer políticas ambientales como la culturización y control de los comportamientos individuales de la población y la construcción de plantas de tratamiento de aguas residuales y lagunas de oxidación, e implementar y desarrollar auditorías ambientales cada vez más severas y efectivas. El resultado de esta empresa es la recuperación de las condiciones ambientales originales…”.