El domingo pasado se festejó el día del padre, aunque se venía festejando desde el sábado, pues esto se volvió comercial. Se pueden hablar miles de cosas sobre el padre, pero nunca se les ha solicitado que hagan un balance de su vida y de su comportamiento. Hay padres de todos los calibres.
Una de las ventajas de que la vida esté organizada en ciclos anuales es que al comenzar un nuevo año surge, por lo general, un deseo de renovarnos. Por esto, es la oportunidad para que muchos padres de familia se detengan a evaluar su vida y hacer planes sobre lo que nos proponemos para cada año que comienza. Se ha visto que las empresas con más éxito son aquellas que no sólo obtienen una visión clara sobre los objetivos que perciben, si no que dedican tiempo para planear lo que harán para obtenerlo.
Infortunadamente a pesar de que la formación de una familia es la empresa más compleja y trascendental en que nos embarcamos en la vida, pocas veces evaluamos lo que estamos haciendo y menos aún planeamos lo que necesitamos para lograr lo que nos proponemos. Basta con revisar alguna de nuestras actitudes para percatarnos que a menudo el camino que tomamos no nos llevará a obtener resultados anhelados.
En efecto, la mayoría soñamos con tener una familia en la que reine la unión y la camaradería pero somos los primeros en darles el mal ejemplo. Aspiramos a que los hijos nos respeten pero abdicamos a nuestra autoridad en aras de lograr su amistad; procuramos tener una buena comunicación con ellos pero pasamos largo rato fuera del hogar. Nos interesa que sean seguros y estables pero poco hacemos por remediar la incertidumbre en que viven por el deterioro de nuestra descuidada relación marital. Deseamos que nos admiren pero les servimos como vasallos y actuamos intimidados por el miedo a contrariarnos.
Queremos que no sean groseros pero lo entretenemos con video juegos que los animan a matar y destruir. Aspiramos a que sean responsables pero asumimos sus obligaciones y solucionamos todos sus problemas. Insistimos en que sus vidas se rijan por principios y no por instinto o apetito pero, al no ponerles límite, impedimos que desarrollen su fuerza de voluntad y así sucesivamente.
A menudo nos quejamos del irrespeto y descontrol de los jóvenes, del abuso e insensibilidad de los que tienen más, de la irresponsabilidad de los gobernantes, y la falta de civismo de nuestros conciudadanos.
¿Pero nosotros sí estaremos formando otra clase de personas? ¿Será que estamos desarrollando en ellos las cualidades que precisan para lograr el cambio que tanto necesitamos? Es el momento de sentarnos a reflexionar como padres si lo que queremos ver florecer en los hijos es realmente lo que estamos cultivando.
Y como es mi costumbre, trataré otros temitas: Si queremos un buen concejo, hay que votar por los mejores candidatos para que nuestra ciudad pueda y deba esperar una acción progresista de quienes resulten elegidos. Es la única manera que el próximo concejo sea de gran altura y de dinámica eficiente.
Me encanta cuando distinguidas mujeres son aspirantes. Hoy registro complacido la candidatura al Concejo Municipal de la amiga Ana María Quintero Jaimes. Ana María ha sido igualmente funcionaria del ICA, ESAP y Alcaldía Municipal. Ana María tiene una propuesta diferente, que quiere ponerla al servicio de la comunidad; su formación académica, experiencia laboral y capacidad de liderazgo están para beneficio de todos los vallenatos y corregimientos.
Le deseamos muchos éxitos. Pido un respaldo para ella. Postdata: algunos candidatos se parecen a aquella novia que le decía a su novio: “Mi amor, tus pareces candidato. Tenemos varios meses saliendo y nunca me has hecho una propuesta seria”.