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A prueba de fuego

“Nuestro Dios, a quien servimos, puede librarnos del horno de fuego ardiente; y de tus manos, rey, nos librará”. Daniel 3,17

Esta es una historia apasionante, en los días del poderoso rey Nabucodonosor de Babilonia. La fe de tres jóvenes hebreos siervos de su corte, es puesta a prueba con relación a su adoración y fidelidad al Dios verdadero. Nuestra tendencia triunfalista nos lleva a creer que todas las historias terminan de manera espectacular cuando afirmamos nuestra fidelidad a Dios; sin embargo, son muchos los héroes de la fe que han tenido que pagar el precio de la persecución, el aislamiento e incluso la muerte por su fe en Jesucristo.  

Estos tres audaces jóvenes: Sadrac, Mesac y Abed-nego, nos dejan una importante lección acerca de nuestra postura en tiempos de persecución. Puede ser que las presiones no sean las mismas, pero cada día nos enfrentamos a las mismas fuerzas malignas que buscan moldearnos a la imagen de lo que es aceptado por este mundo. La tentación de no pagar impuestos, de hacer trampas, aceptar la corrupción o simplemente de ceder ante las filosofías humanistas ateas predominantes de estos tiempos.

La respuesta para no acceder al mandato del rey estuvo basada en sólidos argumentos: El primero, descansaba sobre una convicción profunda y radical de que Dios era el que determinaba su futuro y no el rey de Babilonia. Así, los hijos de Dios, en la hora de la prueba, no deben ceder frente a la tentación de creer que la situación en la que se encuentran está fuera del alcance de su Señor. Por lo contrario, confiar que Dios es soberano y el corazón del rey está en sus manos y a todo lo que quiere lo inclina.

También se aferraban a una segunda convicción: Los hijos de Dios han sido llamados a una vida de obediencia y fidelidad incondicional. Así que, de cara a situaciones donde peligra el bienestar personal, no debemos dudar en escoger el camino de la lealtad a Dios y hacer lo que es justo y bueno delante de Él.

Amados amigos: No condicionemos nuestra obediencia a Dios en ninguna circunstancia. Cuando asumimos posiciones consonantes con nuestra fe, Dios respalda, libra y da mayor honor, abriendo increíbles manifestaciones de gracia y aprobación. En el caso que nos ocupa, tres jóvenes salieron ilesos del horno de fuego; aunque cayeron atados dentro del horno de fuego ardiente, se veían cuatro hombres sueltos que se paseaban en medio del fuego sin sufrir ningún daño. Y el aspecto del cuarto era semejante a un hijo de los dioses. ¡Jesucristo mismo estuvo con ellos!

La palabra final en la historia de nuestras vidas, la tiene aquel en cuyas manos esta nuestro destino. Seamos fieles a su llamado y vocación. Él recompensará nuestra fidelidad y engrandecerá su Nombre por siempre.

Un abrazo cariñoso en Cristo

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