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A propósito de la culminación de la COP16

El primero de noviembre de 2024, en Cali, la tercera ciudad de Colombia, se terminará la celebración de la COP16, magno evento bianual (doce días consecutivos de exposiciones, diálogos, concertaciones, entre otras gestiones en la búsqueda de factibles beneficios), programado por la ONU en procura de salvaguardar la biodiversidad y ecosistemas del planeta tierra, que los rutinarios despropósitos de la humanidad, poco a poco, los están extinguiendo. 

No hay fecha que no se cumpla, plazo que no se venza, ni deuda que no se pague”. Este adagio o axioma, la traigo a colación porque, desafortunadamente, persiste la moratoria del pago de la deuda creciente que todavía muchos líderes de los países partes de las COP siguen evadiendo o eludiendo. Y lo más grave es que aún hay algunos gobernantes que ignoran a las COP y, por ende, también sus objetivos y propósitos. Además, se niegan a reconocer los efectos deletéreos de los gases con efecto invernadero, producidos por la quema de combustibles fósiles, la deforestación, la cría de ganado, la utilización de fertilizantes nitrogenados en la agricultura y otras actividades antropogénicas que incrementan la temperatura que genera calentamiento global, más conocido como cambio climático.    

Otro factor gravísimo que atenta contra la biodiversidad y los ecosistemas del globo terráqueo es el constante vertimiento de desechos a las fuentes hídricas. De mi infancia recuerdo los ríos Guatapurí y Cesar, ambos de aguas cristalinas. El río Cesar con amplias playas de arena blanca, el único peligro era la chuzada del pez raya cuando los pisaban con los pies descalzos. El tránsito a pie o en burro entre Valledupar y Guacoche, durante el recorrido el ambiente era agradable por la abundante vegetación pródiga de diferentes árboles frutales, tales como mangos, anón, chirimoyas y otros frutos deliciosos, y el trino de varias especies de aves deleitaban el espíritu de los transeúntes. En ambos ríos abundaban los peces que se atrapaban con anzuelos, flechas y trasmallos. Esto era una delicia casi similar al paraíso descrito en la biblia.

Al río Cesar prácticamente lo han acabado con la extracción de material para la construcción de viviendas y vías, con el vertimiento de desechos industriales y excrementos de los seres humanos. Ya siendo profesional de la medicina, creyendo que el trayecto del río Cesar que pasa aledaño a Guacoche, era la maravilla que gocé en mi infancia, henchido de orgullo y alegría invité a mi compadre, Luis Alejandro Aparicio Soto, entonces director general de Cerro Matoso (empresa minera que extrae ferroníquel a cielo abierto en Colombia, siendo la de mayor producción a nivel nacional y una de las más grandes en Latinoamérica). 

De veras, nunca ni después he sentido tanta vergüenza al ver tan deprimente panorama, al compararlo con la maravilla de antes no pude contener las lágrimas. El supuesto lecho del río eran unos socavones sin agua. Después de darle las excusas respectivas a mi compadre, lo invité a brindarle bebida helada a la casa de mi primo hermano, Miro Quiroz Churio (primo de padre y madre, porque el papá de Miro es tío mío, hermano de mi padre, y el papá de la madre de Miro es mi tío, hermano de mi madre. Asimismo, en Guacoche, Guacochito y en El Jabo tengo muchos primos hermanos).

Afortunadamente, mi primo Miro nos invitó a almorzar guiso de chivo. Además, nos ofreció varios tragos de wiski Old Parr en las rocas.  Esto me salvó el día, pues mi compadre muy contento me manifestó: “Compadre, le juro por Dios, que en mi vida no había comido un plato con guiso de chivo tan exquisito”, y repitió porción. Al final de la invitación intenté reiterarle mis disculpas por la deplorable situación del río, y me interrumpe, diciéndome: “Cosas peores he visto en otras partes del mundo”. 

Mi mayor anhelo es que todos los países miembros cumplan los objetivos y metas de la COP16 y, ojalá, se consigan los recursos para recuperar el río Cesar y cuidemos esmeradamente el Guatapurí, si no, en pocos años no tendremos ríos ni otros ecosistemas.        

Por: José Romero Churio.

Categories: Columnista
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