El presidente Gustavo Petro en 16 meses de gobierno se mueve en medio de grandes dificultades y desafíos. Su apuesta por la paz es hasta ahora fallida y ha sido retirado del cargo el Alto Comisionado de Paz Danilo Rueda, la economía está estancada, las reformas frenadas y modificadas en el Congreso, algunas políticas cuestionadas como la minera energética -una de cuyas manifestaciones son los altos costos de la energía- o la de infraestructura y construcción, ausencia de la Nación en las regiones -en el Cesar la acción y el liderazgo ha sido poco-. No solo acusa problemas de administración, de falta de ejecución y de sintonía con sectores sociales, sino también con formaciones políticas y dirigentes que fueron aliados en la elección presidencial y en el primer año de su gobierno. El propio Petro ha cerrado las puertas y mientras se desconecta de sectores que son generadores de poder, tampoco ha despertado el favor popular. Su capacidad de movilización social ha venido disminuyendo notoriamente. Los resultados del Pacto Histórico en las recientes elecciones regionales fueron desastrosas. Suficiente con apreciar su pobre desempeño en el Cesar.
Son notorios los cuestionamientos a la figura del Presidente de la República, sus obsesiones y conflictividad y no ha estado exento de observaciones sobre el comportamiento, la transparencia y honestidad de familiares allegados.
El problema de la inseguridad en el campo y las ciudades se ha agudizado, y buena parte de su responsabilidad se puede atribuir a la política de búsqueda improvisada de la paz y a señales erradas, aunque inspiradas en posturas humanistas, de política criminal, judicial y carcelaria.
El problema mayor es que el país se ve descuadernado. Esa sensación se ha advertido en los últimos gobiernos de la nación, pero en el caso del primer gobierno autodeclarado de izquierda, es bastante preocupante porque las expectativas fueron muy altas.
Estamos pendientes de qué va a hacer Petro en nuestra región. El interés que ha puesto en La Guajira debería traducirse en acciones efectivas que podrán beneficiar también, por su proximidad, al Cesar. En el departamento la tal potencia agraria y agroindustrial prometida no la hemos visto representada ni ejercida. Y el Plan Nacional de Desarrollo no incluyó los aspectos necesarios para su implementación. Solo habría que esperar que los esfuerzos de compra masiva de tierras y las inversiones que deben acompañarlas para hacerlas productivas se den de manera notable en este territorio; y produzcan un impacto sustancial en mayor producción agropecuaria y redistribución de ingresos.
También se ha perdido el ritmo y nivel de las inversiones en los municipios PDET, cuando en el gobierno Duque en nuestros ocho municipios se aproximaron al billón pesos, y fue el Cesar el departamento más beneficiado de las 16 subregiones.
Pedimos al señor Presidente que se haga presente en el departamento y venga a escuchar a todos los sectores y estamentos sociales.