“Y de Jesucristo…el soberano de los reyes de la tierra”. Apocalipsis 1,5.
Para nadie es un secreto que la mayoría de los cristianos, católicos y protestantes, apoyaron la otra opción en las elecciones presidenciales. Tal vez, por temor a la ideología humanista atea de la izquierda radical representada por el ganador.
Hoy, debo afirmar que, más allá de quién ocupe el solio de Bolívar y sea nuestro presidente, lo realmente importante es: ¿Quién ocupa el trono de tu corazón? Se cuenta la historia de un emperador de un país africano, ocupado por fuerzas extranjeras y deportado fuera de su nación; cuando uno de los generales de su ejército derrotado le preguntó: ¿Qué va hacer ahora su majestad? El emperador miró el rostro de su confundido general y replicó con calma: ¡A pesar de todo, Dios!
Estamos enfrascados en una atmósfera de recelo, desconfianza y temor. Estos son los evidentes subproductos de una generación falta de autoridad, encerrada en los poderosos brazos del monstruo de la guerra y la desigualdad. Todo sería perdido si juzgáramos las cosas humanamente, pero a pesar de todo hay un Dios.
Hay tiempos, como estos, cuando es necesario reiterar las grandes verdades bíblicas y aprender cómo el infinito se manifiesta en lo finito. Cuando los cálculos de los hombres fallan, las posibilidades de Dios empiezan a actuar para dar paso a la gloria de lo imposible.
Es maravilloso saber que, podemos estar seguros en cuanto a Dios. Podemos estar seguros de su presencia, aun cuando seamos llamados a ir a través de las grandes pruebas de fe. Cuando en la senda de sus propósitos y planes, Dios nos permite pasar por tempestades desoladoras, la fe se hace valiosa y brilla con mayor intensidad.
Amados amigos: ¡A pesar de todo, Dios! Él tiene el control de todas las circunstancias. El profeta Nahum, afirmaba que, “Dios marcha sobre la tempestad y el torbellino, y las nubes son el polvo de sus pies”.
La mayor necesidad de estos días es producir en los hijos de Dios una fe inconmovible. Es creer y confiar que Dios está sentado en su trono de gloria y nada ni nadie puede destronarlo. Estamos obligados a creer que no hay ayuda sino de Dios. A creer que: “como los repartimientos de las aguas, así está el corazón del rey en la mano del Señor: A todo lo que quiere lo inclina”.
Job, el patriarca, logró ver en medio de la incertidumbre, la mano de Dios. Vio la mano de Dios detrás de las espadas de sus enemigos. Vio la mano de Dios detrás del trueno y el relámpago. Vio la mano de Dios cuando contempló su desolado hogar y afirmó: “El Señor dio, el Señor quitó. Sea el nombre del Señor bendito”.
Cuando de cara a las circunstancias, nuestra fe fue probada hasta el punto de rotura, solo nos queda mirar arriba y confiar que Dios tiene el control. Soltemos la prevención y arropemos con nuestras oraciones al nuevo presidente, confiando que Dios es el Dios de la historia, el Dios del tiempo y el Dios de Colombia. Un fuerte abrazo y adelante con valor porque Dios es amor…