El autor en su análisis en Cambio, que autorizó esta publicación, afirma que “al mejor estilo Char, el clan Gnecco busca usar el fútbol para recuperar su popularidad en una Valledupar golpeada por toda suerte de controversias. Con un equipo de primera división, los Gnecco quieren distraer a la gente de la inseguridad, que sigue escalando a niveles preocupantes”.
“Vamos con toda, vamos con toda”, fue la arenga de la cantante vallenata Ana del Castillo frente a las más de 9.000 personas que llegaron al estadio Armando Maestre de Valledupar, el pasado 26 de enero, para ver el debut del nuevo club de fútbol que es la sensación en la capital del Cesar. La intérprete se encargó de cantar el himno nacional y el de la ciudad, mientras los 11 jugadores del Alianza Fútbol Club formaban en fila india en el centro de la cancha para que una cámara los identificara uno por uno.
Esa noche, el equipo vallenato empató a tres goles con el Deportivo Cali y cautivó a los valduparenses, que solo habían visto partidos de la liga profesional en un par de ocasiones durante la última década, por equipos ajenos a la ciudad que usaron el estadio para cubrir una contingencia.
Pero la fiesta de aquel viernes en el Armando Maestre contrastó con los momentos de terror que vivió la ciudad 24 horas antes. En la noche del 25 de enero, dos personas fueron asesinadas en el centro de Valledupar con más de 50 ráfagas de fúsil que impactaron la camioneta blindada en la que se transportaban.
Los muertos eran dos hombres cercanos a estructuras del narcotráfico que operan en la región: Lirkhay González, alias el Indio y sobrino del narcotraficante capturado Titi Iguarán, y Jamer Pinto, conocido como el Viejo y jefe de sicarios de Iguarán. Los asesinos utilizaron un fusil calibre 7.62 y aún no han sido capturados.
El episodio puso en evidencia de nuevo la preocupante situación de seguridad en Valledupar y todo el departamento, materia en la que el anterior alcalde Mello Castro y el gobernador Andrés Meza Araújo se rajaron. Por ejemplo, a corte de septiembre de 2023, Valledupar había registrado 100 homicidios, 11 más de los ocurridos en todo 2022. Y en el caso del hurto, la situación desesperante ha motivado a comerciantes y ciudadanos a crear frentes de seguridad.
Para la periodista Katia Ospino, “Valledupar y el Cesar se han vuelto el centro de recreación de las mafias del narcotráfico con auspicio y hospitalidad de vallenatos (políticos, hijos de políticos, policías, jueces y fiscales)”. Ospino, quien en los últimos años ha sido víctima de dos atentados y aspiró a ser gobernadora en 2023, explica que “esto se debe a la posición estratégica de la ciudad. Las trochas y carreteras se han convertido en el corredor preferencial por donde pasa la droga que viene del interior del país a los puertos del Caribe”.
Jacobo Solano, periodista experto en orden público del Cesar, le dijo a CAMBIO que “la convivencia de las estructuras mafiosas con la clase política y hasta figuras de la cultura en Valledupar es real y evidente”, y agregó que “Valledupar se está convirtiendo en una pequeña Sinaloa por el coctel de música, mafia, fútbol y política”.
Sin ir más lejos, la camioneta protagonista del atentado del 26 de enero pasado tenía en sus ventanas vinilos promocionando al cantante vallenato Mono Zabaleta, quien en octubre de 2022 estuvo involucrado en un escándalo por amenizar una parranda en el pabellón de extraditables de la cárcel La Picota, en Bogotá. Zabaleta también apareció en una fotografía subida a las historias de Instagram de Jamer Pinto, uno de los asesinados.
Zabaleta estuvo en La Picota junto a sus colegas Churo Díaz y Ana del Castillo, la misma que entonó las notas del himno nacional en el estadio Armando Maestre en el debut del Alianza Fútbol Club.
¿El método Char-Junior?
Mientras la ciudad y el departamento tratan de hacerles frente a la inseguridad y a una inminente confrontación entre bandas criminales, la Gobernación y la Alcaldía de Valledupar se han volcado para hacer como propio el proyecto del Alianza Fútbol Club.
Aunque en años pasados la ciudad contaba con club profesional, el Valledupar Fútbol Club, el equipo nunca pudo ascender a primera división. En julio de 2023 terminó migrando al municipio de Soacha en Cundinamarca.
“El detonante de esto es cuando vemos que las personas que no nos quieren ayudar, que no tienen cómo, que no nos contestan, que no nos reciben, van y buscan a un equipo como Águilas Doradas para traerlo ofreciéndole sumas a lo que nosotros ni nos acercábamos”, declaró en ese momento Nicolás Baena, presidente del equipo.
El hoy desaparecido Valledupar F.C también dejó ver que la razón de su migración de la ciudad después de más de dos décadas obedeció a la carencia de apoyo de inversionistas tanto privados como públicos.
“Al gobierno departamental y municipal a pesar de nosotros no haberlos podido persuadir de considerarnos su equipo, también les agradecemos de todo corazón habernos acogido en su casa”, dice parte del comunicado en el que se informó la decisión de la junta directiva del club.
Por su parte, Jacobo Solano contó que “lo que se dice en la ciudad es que al equipo lo asfixiaron hasta que le tocó irse”. Lo mismo le dijo a CAMBIO una fuente en la región que pidió no ser citada: “Al Valledupar lo dejaron ir a pesar de tener socios de aquí de la región. Los Gnecco buscaron un aliado más incondicional y lo encontraron”.
Aunque para el Valledupar F.C no hubo inversión durante años, rápidamente se ofrecieron apoyos y recursos para que la antigua Alianza Petrolera saliera de Barrancabermeja y encontrara en la capital de Cesar su nueva casa.
Conscientes de la importancia del fútbol y su rentabilidad económica y política, el clan Gnecco, que todavía tiene el poder en la región pero ha sido golpeado por los escándalos de sus integrantes, empezó a buscar mecanismos para acortar el camino para traer un equipo profesional a Valledupar. Para el exsenador Antonio Sanguino, “aunque la llegada de un nuevo club genera dinámicas culturales positivas para la ciudad y el departamento, es claro de que se trata de una estrategia política del clan Gnecco“.
Por su parte, la periodista Ospino apuntó: “¿Esto constituye una jugadita para recuperar favoritismos y popularidad? Seguramente. Valledupar es una ciudad futbolera y esto está ‘garantizando’ la movilidad de la economía formal e informal“.
La jugada funcionó. El 16 de enero pasado se hizo oficial que la ciudad y el departamento tenían equipo en primera división e incluso con participación en torneo internacional, algo inédito en la historia vallenata.
“Estoy parado aquí, al frente de ustedes, porque Ape Cuello se la jugó y Valledupar tiene el amor por el fútbol”, dijo en ese momento Carlos Orlando Ferreira, presidente del Alianza. Cuello, representante a la Cámara por el Partido Conservador, es un apasionado por el fútbol. Organiza periódicamente partidos de las estrellas cesarenses y hasta tuvo un equipo en la categoría C: el Azul Fútbol Club. El político se encargó de adelantar las gestiones para traer un nuevo equipo a Valledupar. Primero buscó a Águilas Doradas de Rionegro pero finalmente logró la llegada de Alianza.
En el evento de lanzamiento el alcalde Ernesto Orozco también dejo ver su emoción. El mandatario recién llegado expresó que “estamos poniendo un granito de arena que se va a retornar a la ciudad, así como en el Festival Vallenato y los conciertos. Cada 15 días, cuando vengan esos equipos que soñamos ver, se moverá la economía. De aquí ya no se van, los vamos a apoyar para que sean campeones”.
Orozco también hizo parte de las negociaciones y conversaciones entre las directivas del entonces Alianza Petrolera y el círculo de los Gnecco, que empezaron desde mitad del año pasado. Junto con Ape Cuello, la hoy gobernadora Elvia Milena Sanjuan y el alcalde Orozco se acercaron a Ferreira cuando eran candidatos para mostrarle la idea de llevarse el club a su feudo. Así, la llegada de un nuevo equipo se convirtió en una promesa de campaña.
Ese compromiso se refleja hoy en el convenio marco por cuatro años que fue firmado entre la Gobernación del Cesar, la Alcaldía de Valledupar y el Alianza F.C. Los compromisos de las entidades públicas con el equipo incluyen inversiones para la construcción de una sede deportiva de alto rendimiento y apoyo económico para el sostenimiento de la plantilla.
Por ahora, el idilio entre la gobernadora, el alcalde, la ciudadanía y el equipo de fútbol es total. La boletería del partido de local del Alianza F.C se agotó en tres días. Curiosamente, la confrontación es con el Junior de Barranquilla, el modelo exitoso de la mezcla de fútbol y política que parece estar germinando a ritmo de vallenato.
Por: Andrés Muñoz, de Revista Cambio.