Por Gustavo Cotes Medina
Si este año no hay acuerdo de paz en La Habana quien sabe si las Farc y sus compinches vuelvan a tener la oportunidad de desmovilizarse, pagar muy poco o casi nada por sus crímenes horrendos y hasta tener tiempo para dedicarse a la política. Timochencko, Márquez y sus secuaces confirmarían su necedad, ceguera y falta de grandeza si persisten en extender el tiempo de las conversaciones de paz. El agua se les escapa entre los dedos, se le están agotando las oportunidades y a los colombianos se les está acabando la paciencia. Suspender los diálogos de paz por las elecciones que se aproximan colocaría el proceso en un limbo que puede ser histórico porque es el momento de todo o nada y las circunstancias tan favorables para acabar la guerra no volverán a repetirse.
Cruzar los diálogos de paz con el tema de las elecciones puede ser favorable porque estarían mostrando la realidad de lo que piensan los colombianos. En todo momento se debe debe aprovechar el impulso para seguir avanzando y no para dar un paso atrás ni pararse de la mesa. Un silencio de nueve meses tendría un efecto muy negativo en la opinión pública. Hoy, tenemos un marco jurídico interno que nos brinda en bandeja la posibilidad de una salida negociada al conflicto que tiene el apoyo de la justicia nacional y de la comunidad internacional.
Es por esta razón que tanto el presidente Santos como las Farc tienen la oportunidad irrepetible para conseguir la paz. Cerrar las puertas y tirar las llaves al Río Magdalena sería un error gigantesco de las partes. Los colombianos estamos aburridos y cansados de esta confrontación interminable, atroz y estéril que nos tiene adormecidos e insensibles. Para mejorar lo que ya hemos alcanzado debemos tener en cuenta lo que dice el ex presidente Samper: “Santos debe ser menos impaciente y las Farc más diligentes”. Hay que subir la moral con buen ritmo de avances y cuidar el lenguaje porque existe mucho dolor, ríos de sangre y desesperanza de por medio. Cualquier guerra es la negación de la inteligencia. Para empezar a diseñar un futuro debemos tener grandes dosis de grandeza, de confianza y de generosidad para perdonar los dolores causados en los 50 años de patria boba.
Las Farc tienen que entender que están debilitados, pero son coherentes, y que este es un país con una perspectiva de futuro y de retos muy delicados que busca el predominio de la civilidad para poder manejar sus desacuerdos buscando caminos directos y sinceros. ¡No podemos olvidar que, de alguna manera, en Colombia todos somos víctimas!