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¡A la acción por nuestra herencia cultural-ambiental!

“Me contaron los abuelos que hace tiempo… navegaba en el Cesar una piragua… que partía desde El Banco, viejo puerto, a las playas de amor en Chimichagua…“.

Imposible no perderse en el encantador relato de quizás la cumbia más emblemática de este país, que más allá de ser una icónica pieza musical ‘La piragua de Guillermo Cubillos’, legado del maestro José Benito Barros, es nuestra historia plasmada y reflejada en 3 minutos de hermosas letras y musicalidad autóctona. Esta obra representa la memoria histórica y colectiva de nuestro territorio, recordándonos la importancia de preservar nuestras tradiciones, de explorar la majestuosidad de nuestros paisajes y compartir las alegrías y los dolores de nuestra gente.

Recientemente me llegó una invitación a dictar un taller sobre medio ambiente y derechos humanos, y sin dudarlo ahí estaba yo, en las maravillosas playas del amor, de fondo a lo largo del día resonaba una y otra vez la misma canción ‘La piragua‘. En un momento de quietud reflexionaba sobre la inquebrantable unión entre la biodiversidad y el respeto a los derechos fundamentales, comprendiendo la necesidad de equilibrar las necesidades del ser humano con la preservación del medio ambiente.

Durante mi estancia en el espejo de agua dulce más grande de Latinoamérica, tuve el honor de recordar y celebrar la vida de Gonzalo Palomino Ortiz, un héroe local, quien dedicó su vida a la defensa del medio ambiente, especialmente de la ciénaga más importante de la región. Su legado hoy en día sigue inspirando acciones positivas, como la primera versión del Zapatosa Fest, una iniciativa de jóvenes chimichagueros que creyeron que la Ciénaga de Zapatosa merecía ser exaltada y reconocida por sus procesos históricos, sociales y culturales, que son fundamentales  para la subsistencia de las comunidades de la región.

Además, al Zapatosa Fest se articuló Expoterra, la feria ambiental más importante del departamento del César, creando un espacio donde instituciones públicas, privadas y emprendimientos verdes pudieran unirse para concienciar sobre la importancia de cuidar nuestro hábitat.

No obstante, es triste ver cómo en lugares donde prevalece la pesca, las artesanías y el turismo como actividades económicas principales, la contaminación amenaza la vida misma y a menudo obliga a buscar fuentes de alimentos y de empleos en otros lugares.

Es imperativo robustecer las políticas públicas para proteger nuestros ecosistemas y garantizar un futuro sostenible. Si bien, es obligación principal de los gobiernos y las instituciones, cada uno de nosotros debe asumir la responsabilidad de cuidar y preservar nuestro ecosistema.

Por eso considero que se debería implementar una cátedra ambiental y cultural en nuestros colegios y universidades, donde se pueda aprender sobre la interconexión entre los seres humanos y la naturaleza, conocer nuestros ecosistemas locales, entender su importancia y fragilidad. Debemos instruir a nuestras generaciones a permanecer conectados con el sentir de la madre tierra. A entenderla y comprenderla. De esta manera, no solo estaremos formando ciudadanos conscientes, sino también que estaremos salvaguardando nuestra herencia cultural y ambiental. Estaremos alargando nuestra propia historia.

La naturaleza es nuestra fuente de vida y nuestro hogar compartido. No podemos dar por sentado la permanencia de los recursos que nos brinda; debemos valorarlos y protegerlos como el tesoro invaluable que son. Procuremos que no sean solo nuestros abuelos y padres quienes tengan historias por contar, sino que seamos a voz propia los portadores de memoria, cultura y de amor por este territorio.

Por: Sara Montero Muleth

Categories: Columnista
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