Viendo un documental sobre el nobel físico Richard Feynman, identifico por qué en la Costa no es fácil obtener logros significativos mientras se estudia en una universidad pública. Esto sucede porque ingresamos a la universidad con la idea de ser profesionales bajo el principio de educación técnica; o sea, aprender conceptos y habilidades para desempeñar un oficio.
La divergencia con las más prestigiosas universidades, es que en ellas no sólo se aprende, sino que se rompen paradigmas, se crean nuevas teorías, se producen nuevos oficios; por eso la investigación es clave para generar conocimiento y solucionar problemas.
La capacidad creativa es una de nuestras fortalezas, pero nuestra pereza mental, la incredulidad en nosotros y la teoría del facilismo la opacan; rezagándonos en el tiempo y destruyendo lo bueno que tenemos.
Las cosas no son fáciles, por ello la universidad con su capacidad instalada, debería buscar cómo convertir estudiantes en próceres del mañana; esos que transparentemente se formarían para estar entre los mejores, siendo un verdadero apoyo en nuestra sociedad.
Las comunidades docentes, pilares en nuestras universidades, debemos recomponer el camino, motivar a nuestros estudiantes a ser cada vez mejores, llevarlos a trascender más allá de una simple nota que muchas veces no les representan; por ello sus aportes académicos e investigativos deberían ser un factor diferencial y representativo.
Los docentes cumplimos otro papel fundamental, ser más que simples transmisores de conocimientos. Tenemos que llevar a nuestros estudiantes a descubrirse a sí mismos, enseñarlos a creer en sí mismos, motivarlos a dar más por ellos mismos, llevarlos a superar sus límites, aumentar su capacidad cognitiva, dejar de tapar todo con la famosa frase: “Ya he cumplido”.
Nuestros egresados no pueden creer que con graduarse han cumplido; por el contrario, son nuestra carta de presentación, son ustedes nuestra cara al mundo, son ustedes quienes representan a nuestras universidades para bien o para mal; por ello deben preocuparse por dar lo mejor, porque en la medida en que ellas se coticen, se cotizarán ustedes.
Por último, está el nombre de quienes nos dirigen y ahí la responsabilidad ha sido nuestra. Dejamos que nos vean como un negocio para unos cuantos, cuando la universidad pública debería ser un buen negocio, pero para todos; porque allí tendremos educación de calidad, buenos profesionales en quienes confiar, soluciones a problemas que nos aquejan, seguridad en la formación de un semillero de líderes que regirán nuestros destinos; además de un conglomerado de conocimientos y competencias que ayudará a que nuestra sociedad sea mucho mejor.