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A bajar el volumen

Uno de los problemas más comunes que afrontan las ciudades de Colombia, al que la gran mayoría de las ciudades de América Latina, es la falta de planeación en su crecimiento y proyección urbanística.
El crecimiento vegetativo de la población, sumado a  fenómenos como el desplazamiento y la migración por motivos económicos, generan un aumento en la demanda de vivienda y servicios públicos para amplios sectores de la población, principalmente para la gente de menores ingresos, que llega  a la ciudad con la ilusión de conseguir algún empleo y lograr salir de su condición de pobreza extrema.
Valledupar no escapa a esa situación. En los últimos años la capital del Cesar ha experimentado un acelerado crecimiento en su población, recibiendo gente de diversas regiones del país, como La Guajira, Magdalena, Bolívar, Atlántico, los santanderes, principalmente.
Ese mayor crecimiento de la población ha ocasionado también un desordenado crecimiento urbanístico de la ciudad, de tal manera que barrios tradicionalmente residenciales de la terminan convertidos de la noche a la mañana en zonas comerciales, por la demanda de algunos servicios de la gente y la respuesta de algunas personas emprendedoras en ofrecer esos servicios, pero afectando, la gran mayoría de las veces, a las familias vecinas que quieren conservar sus inmuebles como vivienda.

Es lo que ha sucedido en algunos sectores de la ciudad, con la proliferación de estancos, discotecas y cantinas, que se montan de un día para otro en sectores tradicionalmente residenciales, en algunos casos sin la debida autorización de las autoridades municipales.
Pero el problema no es sólo la apertura del negocio, que debería cumplir con todas las normas de planeación, salud y demás; sino también el abuso que se presenta en algunos de estos lugares con el excesivo ruido en el día, pero sobretodo en la noche, afectando a los residentes del sector.
En algunos de estos sitios el volumen de la música es excesivo, sobre pasa las normas recomendadas por estándares internacionales, y perjudicial para la salud de quienes frecuentan estos sitios, pero también para la tranquilidad de los vecinos del sector.
Adicionalmente, en algunos casos son comunes las peleas entre los asistentes, principalmente durante los fines de semana.
De allí la importancia de la labor que han emprendido la administración municipal, la Policía Nacional y Corpocesar, entre otras entidades, con el fin de controlar el volumen de la música en estos sitios y evitar que el exceso del mismo afecte a los usuarios y vecinos.
En esta tarea de controlar la contaminación auditiva de la ciudad es fundamental el apoyo de los empresarios dueños de estos negocios, cuya actividad es legítima, con la debida regulación y control; como también de los usuarios de los mismos que deberían ser los primeros interesados en la efectividad de estos controles. También es urgente la colaboración de los vecinos de los sectores autorizados para que operen estos sitios, quienes deben dar aviso a las autoridades en los casos en los cuales sea evidente el abuso con el volumen de la música, a altas horas de las noche y principalmente, reiteramos, los fines de semana.
Los habitantes de Valledupar, principalmente la población joven, tienen derecho a una parranda sana, a una rumba sana, en sectores y sitios determinados, pero con al debida regulación, supervisión y vigilancia de las autoridades al expendio y consumo de licor, con un volumen de la música moderado y en condiciones de seguridad, en general, en estos sitios de esparcimiento, para que un rato de diversión no termine en un problema auditivo para los usuarios y vecinos, o – lo que es peor- en una tragedia como consecuencia de las peleas o de la inseguridad.

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