‘Como cantan los poetas a sus novias canto yo/ para ti, ¡oh Loperena!, cual si tú fueras un Dios’. Este símil poético del Profesor Juvenal Daza Bermúdez, de elevar el colegio a la sublime categoría universal del Ser Supremo, es una revelación cristiana del significado histórico del Colegio Loperena. Un colegio es un ente transformador de conciencia y de la historia personal y social. Es, en efecto, alma mater, ‘madre nutricia’, pues provee conocimientos y fortalece aptitudes. Y también es un camino de luz para vencer las penumbras de la resignación y la ignorancia. Un colegio es templo de la alianza entre la educación y la vida. La juventud y la sociedad de Valledupar se renuevan con la fundación del Colegio Loperena y de la Escuela de Artes Oficios, los primeros centros educativos oficiales de enseñanza secundaria.
Valledupar era en los primeros años de la década de 1930, un pequeño pueblo del departamento del Magdalena, casi desconocido para otros pobladores por la escasez de vías de comunicación. En 1937, Valledupar comienza a abrirse al mundo, por la construcción de la carretera nacional, obra del presidente Alfonso López Pumarejo, hijo de una mujer vallenata, Rosario Pumarejo Cotes. Pero su educación era muy limitada: solo existían en el nivel de primaria, la Escuela Pública de Varones, la Escuela Pública de Niñas y el Colegio Parroquial (administrado por la Diócesis). En el nivel de secundaria, el colegio La Sagrada Familia (administrado por las Hermanas Terciarias Capuchinas) que no pasaban del tercer grado.
En nuestra región agropecuaria, el futuro de la inmensa mayoría de los niños era repetir el trabajo de los padres. Los colegios de bachillerato más cercanos estaban en Mompox, el Colegio Pinillos, creado en 1853, y en Santa Marta, El Liceo Celedón, fundado en 1906. La historia de Valledupar cambia con la apertura del Colegio Loperena, creado mediante la Ley 95 (21 de diciembre) de 1940, por gestiones del senador Pedro Castro Monsalvo.
En 1942 el Colegio Loperena inicia sus labores académicas, en aulas anexas a la recién fundada Escuela de Artes y Oficios, su primer rector Joaquín Emilio Ribón, que era rector de La Escuela. En 1951, se traslada al sitio donde se encuentra en la actualidad; pero eran evidentes las negligencias del Estado en la construcción de nuevas aulas, y los estudiantes tenían que viajar a otras ciudades a terminar el bachillerato y la mayoría se queda sin la posibilidad de culminar el ciclo de bachiller. Hubo que esperar 15 largos años para que se hiciera realidad que el Ministerio de Educación mejorara la infraestructura y dotación de laboratorios y biblioteca, y completara la nómina de profesores para legalizar la aprobación del ciclo de educación secundaria.
Uno de los bachilleres de la primera promoción, José Enrique Mendiola Montero, dio este testimonio: “En 1955, cuando hacíamos cuarto de bachillerato, el colegio no tenía aprobación oficial para abrir quinto y sexto, solicitamos al MEN soluciones y en vista que no nos respondían, acudimos en bloque al Liceo Celedón de Santa Marta que si nos aceptaba. Tuvimos la fortuna, que estando en Santa Marta llegó una comisión del MEN, con ellos regresamos a Valledupar y logramos resolver la difícil situación. Se legalizó la aprobación del bachillerato completo, y nos graduamos en un acto solemne el 18 de noviembre de 1957”. (José Enrique, médico ortopedista y traumatólogo de la Universidad Nacional de Colombia, falleció en 2020 en Bogotá).
Con el ciclo completo de secundaria el Colegio Loperena se convierte en un referente para los jóvenes locales y de los pueblos cercanos de la provincia. Ingresar al Loperena fue y es el sueño de muchos jóvenes. Desde los inicios tuvo la impronta de excelente colegio por la calidad de sus docentes y el liderazgo de sus directivos, y de ser un puente seguro para el ingreso a la educación superior. Ahí, los estudiantes aficionados a la música y a la poesía empiezan a descubrir la eternidad de las metáforas escondidas en el viento frio de La Nevada y en la sombra que deja el relámpago con las amenazas de lluvia. En horas nocturnas no hablan del temor a los fantasmas, ahora hablan del filósofo Heráclito, y sus conceptos de que todo está en constante movimiento y no es posible bañarse dos veces en el mismo río. De Pitágoras, que enseña que con orden y tiempo se encuentra el secreto de hacerlo todo, y de hacerlo bien. Y además su inolvidable Teorema del triángulo rectángulo.
También recuerdan al astrónomo Galileo Galilei que con la invención del telescopio observó el infatigable fuego en las estrellas y la infinita dimensión de las galaxias, y le permitió acumular pruebas en apoyo del modelo heliocéntrico de Copérnico. Como un haz de radiaciones en la memoria están los electrones que se perdían entre símbolos y formulas en el tablero, cuando el profesor buscaba el equilibrio de las ecuaciones químicas. Todavía nos causa pesadilla, aquella página del Algebra de Baldor, donde el perro por los carriles del viento perseguía los saltos del conejo, y entre saltos y sobresaltos fue difícil determinar si el perro alcanzaba al conejo.
El Colegio Loperena (Monumento Nacional), en la actualidad el rector es el Licenciado Gonzalo Quiroz Martínez. Muchos de los bachilleres que continúan estudios superiores han logrado destacarse en diversas disciplinas del conocimiento y del deporte, y han escrito páginas inmarcesibles para la historia familiar, de la región y del país. Felicitaciones a la comunidad educativa por la celebración de sus 80 años.
José Atuesta Mindiola