El 7 de agosto de 1819 se libró la Batalla de Boyacá, esta garantizó el éxito de la campaña libertadora de la Nueva Granada, es así como se consolidó el Ejército, desde esa fecha ha sido sustento fundamental de la Nación, allí los patriotas derramaron su sangre por la libertad, y hoy nuestros soldados lo siguen haciendo con el mismo compromiso por la democracia y sus instituciones.
Con la Batalla de Boyacá, se culminó la campaña libertadora de 1819. Este hecho histórico permitió la organización y consolidación de la República de Colombia, por ello el día 7 de agosto se celebra la creación del Ejército Nacional. En esta memorable fecha, cada uno de nuestros valientes soldados debe sentirse profundamente orgulloso de lo que es y representa para nuestra democracia y el Estado Social de Derecho. Pues es el defensor y protector de los Derechos y libertades de cada uno de los colombianos. Soldados que no tienen otro objetivo que la defensa, preservación y custodia de la vida y bienes de su pueblo, cuya única recompensa es la alegría de aquello que ha jurado defender y por los cuales está dispuesto a realizar hasta los más caros sacrificios.
Desde muy niño observaba la simpatía que mi padre José Guillermo ‘Pepe’ Castro tenía con los militares y policías de nuestra patria, como jefe natural de la familia Castro, ordenaba a sus hermanos enviar a sus sobrinos a terminar estudios a la Escuela Militar de Cadetes José María Córdova. Recuerdo como desfilaron por dicha institución mis primos Orlando Dangond Castro, Federico y Juan Carlos Castro Arias, Carlos Alfonso Araujo Castro, Miguel Guillermo Castro Gnneco, Wilder Tomás Araujo, mis hermanos Guillermo, Celso y Juan Manuel Castro Daza, así como innumerables hijos de compadres y amigos a quienes los orientaba para que sus hijos prestaran ese servicio a la patria.
‘Pepe’ Castro, como político jamás le negó un servicio a ningún ciudadano, sin importar su clase social o filiación política, siempre trató por igual a todos sus amigos; a excepción de uno. El único favor que no hacía era el de recomendar con sus amigos militares a jóvenes para conseguir de ellos la exoneración de la prestación del servicio militar. Consideraba que ese era un deber y una obligación de cada ciudadano colombiano.
A sus 17 años la vida le marcó su destino truncándole sus deseos de incorporarse en las filas del Ejército. Por el contrario, a su corta edad se convierte en el padre de siete hermanos, al morir su progenitor en 1946. Como ciudadano se consideró un militar, gozaba del principio de autoridad; frustración que doblegó sirviéndole al Ejército. Como hombre público dejó muchos recuerdos y amigos a lo largo y ancho de todo el territorio del departamento, lo que le permitía obtener informaciones importantes y precisas que le llegaban de todos los rincones del Cesar, sobre las acciones insurgentes de los grupos armados, Eln y Farc, que operaban en el sur, centro y norte del departamento. Constantemente se veía aportando valiosas informaciones a los comandantes del Batallón La Popa y la Segunda Brigada que eran valoradas por la inteligencia militar y se convirtieron en importantes victorias y positivos para nuestro Ejército Nacional.
Siempre quiso ser un soldado, por ello desde el ángulo que le permitió la vida desarrolló un grueso papel para dejar en alto el buen nombre de nuestro Ejército; le sobraron medallas y felicitaciones; los más altos galardones entregados por nuestras fuerzas fueron recibidos.
A mis 14 años quedé listo para irme a Bogotá a culminar mis estudios secundarios en la Escuela Militar de Cadetes, el capitán de corbeta Miguel Salgado Haddad, y un grupo de oficiales retirados como el Capitán Rodrigo Tovar y el teniente Afranio Restrepo Córdoba, crearon el colegio militar Francisco José De Caldas, quienes para captar estudiantes desplegaron una vasta campaña publicitaria. Mi padre al escuchar la propaganda por Radio Guatapurí detuvo su vehículo a la altura del mercado público de La Paz y le pidió a Julio, el peluquero, que rebanara mi gruesa cabellera, pues al día siguiente me presentaría ante el capitán Salgado. Desde allí tuve la oportunidad de servirle a la patria y graduarme como bachiller militar al igual que mis primos José Rodolfo, Juan Pablo, Celso, Marcos Castro y Carlos Eduardo Dangond Castro.
Murió siendo un gran comandante; fue lo que siempre soñó. Se sonrojaba de alegría cuando alguien lo llamaba por tal jerarquía. El coronel Zenén Contreras, comandante de la Escuela de Artillería del Ejército de Colombia lo designó como comandante vitalicio del Batallón La Popa.
Portaba con mucho orgullo dicha distinción; le era fácil encontrarlo en las unidades visitando a sus soldados y comandantes. Como profesional del Derecho hace 14 años le di la noticia que me iba a enrutar en las filas del Ejército. Se gozó cada ascenso; hoy como mayor del cuerpo de profesionales del glorioso Ejército de Colombia dedico este sencillo homenaje a mi padre ‘Pepe’ Castro; quien a sus 91 años murió con la idea de servir a la patria como el mejor soldado del Ejército de Colombia.
Por Pedro Norberto Castro Araujo