Soy hombre, pero antes de jactarme en decir que lo soy, primero digo, soy padre y esposo, abuelo y hermano. ¡Ah! Y creo que no se necesita ser hombre para solidarizarse con el valor que se le debe dar a una mujer y mucho más a una niña (de catorce como dicen, tristemente, nuestros artistas).
Si bien es cierto como se dice que lo prohibido es lo que atrae, nunca será justificable utilizar la inocencia y el valor de un ser humano para estar en el top de una mal denominada cultura. En esta oportunidad creo que algunos de nuestros grandes exponentes culturales en el género de la música se pifiaron ante la escogencia de una canción compuesta con una letra que conduce a todo menos a pensar en la unión, como tratan de justificar algunos de sus compositores quienes han salido en defensa de la misma.
Me gustaría saber si algunos de los que integraron el trabajo de composición y cantan semejante “mal llamada canción” visionan a sus hijas, a sus bebitas de catorce con dueños, hartas de ron y droga en una discoteca, esperando que las chorreen con “crema oreo” en el abdomen o que las revienten sin cascos. No, que adefesio de canción, más que una extravagancia cultural como pretenden justificarla, es un despropósito, un triste disparate creado por algunos que deben ser los referentes de muchos niños y adolescentes.
La tristeza me embarga más que la pena ajena. Apologistas de una triste cultura traqueta que se enraizó hace décadas en nuestra sociedad son lo que hoy nos sigue identificando ante el mundo. ¿Cómo pretendemos que nos respeten en otros países si llamamos a que nos visiten ofreciendo a nuestros niños? Por Dios, en qué cabeza cabe que esto a lo que llaman canción es símbolo de unión artística y cultural. Creo que se asocia más en un concierto para delinquir que en un concierto para disfrutar y gozar. Culturalmente hemos avanzado, muchos de los que hoy le fallan a nuestra sociedad han tenido todo el apoyo para hacerlos surgir y creo que el agradecimiento a ello debe ser mostrado de otra forma y no de esta manera vulgar como se ha hecho.
Pero es más triste escuchar las justificaciones de los que han osado a hacerlo, pretendiendo desviar la atención del contenido a otra orilla que no tiene que ver en nada lo que en el fondo se trata. Si bien es cierto que toda libertad continúa formando parte fundamental del patrimonio espiritual del ser humano como uno de los propios principios que mantiene su potencia ilusionadora, tampoco es menos cierto que ese derecho que tenemos a ser libres debe limitarse cuando entramos a la frontera del derecho de otro o de los demás y creo que aquí debe prevalecer el derecho al honor del niño que el derecho al artista. No sé qué se deba hacer, no sé cómo se deba actuar, pero si hay algo de escrúpulo en alguno de los artistas que protagonizan esta canción y que tal vez hoy estén preocupados porque han fallado a la moral de nuestros hijos, éstos deberían ser los primeros en autocensurarse y no seguirse vanagloriando con un himno que no es otra cosa que una apología a la mentira, al sexo, al consumo a las drogas, al alcohol y a otros vicios.
Hoy, para mí, esta canción refleja la fijación perversa de un grupo de artistas aunque lo consideren como una obra maestra que exalta nuestra cultura musical trocada sin duda por una cultura traqueta que se nos ha ido imponiendo, como lo dije, hace décadas. Es una canción que debemos censurar por violar la honra de nuestros niños por quienes no logran separar el arte de la vida real. La letra de la canción refleja nuestra realidad social, sí, lamentablemente así es, pero me pregunto, ¿qué hacemos para cambiar esta realidad? En vez de tratar de cambiarla al contrario la impulsamos con letras como esta, que taladren el oído y la consciencia de nuestros menores, que pueden ser incluso los hijos de los artistas, que tal vez no le temen a la tristeza o al hundimiento de sus hijos, pero hay familias y hogares que aún piensan, no de forma puritana como dirían algunos, que aún se puede hacer algo para cambiar el pensamiento de nuestros hijos sin pretender pertenecer a un imperio destellante de lo políticamente correcto.
Por: Jairo Mejía.