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50 años de la eclosión educativa en el Cesar: colegios cooperativos, la chispa que empezó un incendio (parte 4)

Corregimiento de Rinconhondo, jurisdicción del municipio de Chiriguaná.

En el segundo semestre de 1972, me vi en la necesidad de suspender mis estudios superiores para ponerme al frente de la empresa de creación del colegio de la comunidad donde nací. 

Logré vincularme como docente en el colegio Nacional Mixto de Chiriguaná que tenía 22 años de fundado y solo contaba con el ciclo de formación básica, tras haber sido Escuela Normal Rural, que graduaba maestros formados en 4 años, para trabajar en planteles rurales. 

El 22 de noviembre de ese año, renunció el director y fui encargado como rector del colegio; el mismo plantel en donde yo había realizado mis dos primeros años de estudios secundarios, tras concluir la primaria en el memorable Instituto Caldas, fundado en 1924, por el insigne maestro Juan Mejía Gómez. 

El encargo como rector de un colegio nacional me puso en contacto directo con el Ministerio de Educación y facilitó mi retorno a Bogotá, en donde prácticamente habían transcurrido mis años de adolescencia, terminado el bachillerato e iniciando la universidad. 

En diciembre viajé a la capital y el jefe de la División de Educación Media, el sanandresano José Tomás Moore Motta, ratificó mi encargo y solicitó que organizara el cierre de año y la matrícula del año siguiente, con la promesa de nombrarme en comisión el año siguiente, para que concluyeran los dos semestres restantes de mi Licenciatura en Filosofía. 

EL INICIO DE UNA GESTIÓN

La actitud del profesor Moore, y su voto de confianza ratificando mi encargo, me animaron a hacer solicitudes. La primera de ellas fue la autorización para dar apertura al grado 10º en el colegio nacional y la segunda era apoyo para la creación del colegio de Rinconhondo.

Mi primera solicitud fue aprobada sin dificultad, con autorización para conseguir profesores licenciados que le dieran sustentabilidad a la media vocacional; tarea que de inmediato inicié en Bogotá y Tunja. Culminaba así, el ciclo pleno de educación secundaria en Chiriguaná –tercer colegio público de educación secundaria más antiguo del departamento–, graduando en 1974 la primera promoción de bachilleres que, actualmente se preparan para conmemorar el próximo año, los 50 años de su promoción.

Sobre la segunda solicitud, el doctor Moore no me dio muchas esperanzas; pero me recomendó que de regreso a Bogotá el próximo año, volviéramos a hablar del asunto. 

Al regresar a Chiriguaná a darle realidad a los dos años restantes del bachillerato, la tarea me había absorbido mucho y mi reemplazo no llegaba, hasta tal punto que pensaba que la promesa de volver a Bogotá para terminar las asignaturas restantes, empezaba a diluirse. 

UN NUEVO COLEGIO

El 22 de abril de 1973, según anuncio previo, llegó al municipio una comisión, compuesta por el gobernador Manuel Germán Cuello; el director Nacional del Instituto Colombiano de Construcciones Escolares, ICCE, Jaime Calderón Brugés y el coordinador departamental, Ramón Ávila; y el director del Fondo Educativo Regional del Cesar, Joaquín Ovalle Barbosa; secretarios del despacho y otros funcionarios. 

El objeto era la inauguración del nuevo edificio del Colegio Nacional, en donde actualmente funciona.

La inauguración del edificio nuevo coincidió con la llegada de mi reemplazo. De inmediato arreglé maletas y al día siguiente, dejando atrás los actos de celebración del día del idioma, viajé a Bogotá en donde hacía dos meses se había iniciado el semestre.

COLEGIO TAMBIÉN EN RINCONHONDO

De nuevo en Bogotá, me volvió a rondar la idea del colegio de Rinconhondo. Al comentar esta inquietud con mi compañero de apartamento Cristian Moreno Pallares, quien se hallaba relacionado con círculos del gobierno en Bogotá, me puso en contacto con Eugenio Felipe Sánchez, un cesarense oriundo de González –auditor interno del ICSS en Bogotá–, amigo del ocañero Clímaco Araujo, jefe de la nueva División de Colegios Cooperativos del Ministerio de Educación; un proyecto del Gobierno nacional para estimular comunidades apartadas a organizarse y autogestionar la solución de sus necesidades educativa.  

La Ley 9 del 22/09/1971 fue emitida para fomentar los colegios cooperativos en el país como una modalidad para la educación popular. Las instituciones autorizadas en el marco de la ley tenían carácter de entidades de derecho privado, y para cumplir su fin social, contarían con apoyo de organismos del Estado. 

Grupos organizados en cooperativas especializadas, orientadas por la División del MEN, creaban instituciones educativas como iniciativa propia, definían sus planes corporativos y las ponían a funcionar. 

La Ley 9 autorizaba a la nación, departamentos y municipios, para destinar recursos a sus instalaciones, dotación y funcionamiento; además se podían hacer comodatos para usar instalaciones públicas, granjas, talleres y laboratorios en calidad de préstamos. 

Los entes territoriales podían nombrar docentes en comisión; pero la administración, dirección, personal de servicios y servicios públicos debían ser resueltos por la respectiva cooperativa.

A mediados de 1973, el programa estaba despegando y pocos departamentos conocían de esta gran oportunidad. El director de la División de Colegios Cooperativos recibió y escuchó muy atento a sus tres vecinos de departamento. Tomó atenta nota y decidió iniciar en el Cesar con cuatro instituciones el primer año, y que más adelante se ampliaría ese número. 

Los pueblos donde quedarían los cuatro colegios a crear inicialmente, sería una decisión de los tres. Se nos asignó como asesor de la División, al cataquero Carlos Martínez Bustamante y con él se programó un calendario de visitas, en las cuales, a las comunidades interesadas se les hacía la inducción en el proyecto; en una segunda visita se formaba en herramientas básicas de cooperativismo, que serían profundizada por el SENA y en una tercera visita se conformaba formalmente la Cooperativa Especializada, integrada ante todo por padres de familia y miembros de la comunidad.

Ahora sí que tenía motivos reales para el optimismo. De inmediato hice contacto con las personas que en la comunidad jalonaban la idea del proyecto como bastiones de apoyo, y les comenté que ya teníamos una luz de esperanza para resolver el problema en el que veníamos empeñados como comunidad.

RINCONHONDO, 1974 Y LA ECLOSIÓN DE COLEGIOS COOPERATIVOS EN EL CESAR

Debido a los compromisos de los tres jóvenes cesarenses con sus comunidades, con el asesor Martínez Bustamante se acordó que las cuatro comunidades para promover los primeros colegios, serían San Alberto, San Martín, Curumaní y Rinconhondo. 

En ellas se hicieron las respectivas primeras visitas, de acuerdo con el cronograma establecido. En San Alberto y San Martín no hubo motivación suficiente y requirieron más tiempo; por eso no fueron tan rápidas en la creación de sus Cooperativas. 

La comunidad de Curumaní no mostró mayor interés, pues ya tenían colegio de bachillerato y Rinconhondo, firme, dio paso adelante creando la primera cooperativa especializada de educación y, por tanto, el primer colegio cooperativo que tuvo el Cesar.

EL PRIMER COLEGIO COOPERATIVO DEL CESAR

La constitución y creación del Colegio Cooperativo de Rinconhondo tuvo lugar hace 50 años, el 12 de octubre de 1973, con presencia de los tres promotores y dos técnicos del Ministerio de Educación y uno de la Superintendencia de Cooperativas y la comunidad de padres de familia interesados, quienes se constituyen en cooperantes del ente creado en esa ocasión. 

Ya de regreso a Bogotá, empeñado en concluir mis estudios para graduarme, terminé satisfactoriamente todas las materias de mi pensum; quedando pendiente la elaboración de tesis y presentación de un examen universal de conocimientos filosóficos, llamado en mi universidad Universa Philosophica. Tareas a las cuales me dedicaría una vez concluido el periodo vacacional.

Pero al regresar de vacaciones, me contactaron los directivos de la Cooperativa para que les orientara en el proceso de organización y puesta en marcha del colegio. Lo primero que necesitaban era un rector y llegaron las peticiones para que fuera yo quien asumiera ese compromiso; que, para mí, implicaba aplazar de nuevo compromisos y tareas académicas.  

POR SIMÓN MARTÍNEZ UBARNEZ/ESPECIAL PARA EL PILÓN.

Categories: Educacion
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