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465 años y el final del alcalde Socarrás

465! Cómo en cada calle de ese trazado tradicional español, alrededor de una plaza se construyeron esas manzanas, que, convertidas en un lejano punto del mapa colonial, después de la independencia y décadas de aislamiento, hacia mediados del siglo XX inició un crecimiento poblacional; asociado a la violencia en el interior, que atrajo familias, a cultivos como el algodón, a una amabilidad natural de su gente y una expresión musical que hizo todas las simpatías, a la creación del departamento que la hizo su capital, y a una dirigencia en su momento considerada líder en el escenario nacional.
Esto se tradujo en unas entidades públicas dinámicas, y receptora económica y social equidistante de la minería del carbón. Se convirtió en el epicentro de municipios de Cesar, La Guajira, y de Magdalena y Bolívar.

Esas cuadras raizales están abandonadas por la Alcaldía y propietarios de familias, cuyos vástagos no le dan la importancia a ese legado cultural y patrimonial. Ahí tampoco se ha visto una acción específica del alcalde y el Centro Histórico se extingue.

Valledupar, que se empina ahora sobre el cielo con edificios, exhibe los problemas de las urbes modernas: inseguridad, congestión y mal transporte, servicios deficientes, empleos precarios, agravado porque unas cien mil personas, de las más de las 400 mil que se estiman hay, llegaron desesperados, a asentarse en ella por la última ola violenta de guerrilla y paras que cumple 30 años.

Agradecemos a esos héroes anónimos que hacen la ciudad desde su lugar de trabajo, en el comercio, la industria, o los servicios privados y sociales. Menos dejar de resaltar la contribución principal que las instituciones públicas hacen. El alcalde es el representante de la comunidad vallenata. Ya en las postrimerías de Fredys Socarrás esperamos que finalice exitosamente su mandato. Deberá imprimirle una fuerte dinámica a su gestión, de su ritmo muestran preocupación la ciudadanía y los concejales. Esperamos datos del programa Valledupar Cómo Vamos.

Recibió un carro sin gasolina, sin llantas, que trata de restablecer a través de la Ley 550, a la que se acogió bien tarde. Ha dejado pasar el boom de la construcción para hacerse a más dinero por la venta de un lote en el norte (de la Electrificadora).

Dio pasos para organizar Emdupar en medio de proliferación de construcciones que eran el mayor desafío a la paquidérmica empresa y a la cultura despilfarradora del líquido. Nos representó dignamente ante el gobierno central y canalizó recursos hacia viviendas para gente humilde; se apuntó al amplio despliegue de las misiones sociales en educación, salud y beneficiencia que adelanta un gobierno de manos generosas como las de Santos. Facilitó la intervención en su territorio de obras de la Gobernación, también provista de arcas llenas, y proyecta un POT de impacto urbano y una Avenida.

Hay evidentes lunares: carencia de adecuación y embellecimiento de colegios, lotes enmontados como el del centro de La Granja, los del Idema, poca movilidad y tímido apoyo al SIVA, poca institucionalidad, debilidad en salud pública y el desafiante frente de la (in)seguridad. No ha generado un clima de buen comportamiento ciudadano, ni de optimismo, ha dejado de convocar sectores que le dieron apoyo, y ojalá no se deje sumergir, en un año electoral, en los vericuetos de la politiquería y la corrupción. Por la trayectoria y el amor a Valledupar no creemos que Socarrás quiera pasar como un alcalde más y sin prestigio.

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