Al llegar a Valledupar y ver que las oportunidades de empleo eran escasas, el trabajo informal se convirtió en una salida de emergencia para rebuscarse y no desfallecer antes los obstáculos, modalidad que con el pasar de los años ha sido su fuente de ingresos. El protagonista de esta historia, llena de esfuerzos y sacrificios, es Dagoberto Hernández Salazar, un hombre de casi 60 años proveniente de El Banco, Magdalena.
Diariamente los vallenatos lo ven debajo del palo de caucho ubicado al frente de la Gobernación del Cesar. Dagoberto relató que al llegar a la capital del Cesar vino con un propósito, el cual no era trabajar de manera informal; sin embargo, expresó que él es un hombre de mil batallas. “Cuando el hombre es responsable y sabe que sus hijos tienen que comer se le mide a las cosas”, indicó.
Desde hace 30 años, la misma cantidad de tiempo que lleva viviendo en Valledupar con su familia, se ha dedicado a embolar zapatos bajo aquel árbol. “No encontraba en qué trabajar y vi que lustrar zapatos se podía manejar; me incliné por esto y hasta el día de hoy estoy aquí”, añadió. Al llegar sus clientes los recibe con un saludo o risas (si son amigos) y después del prólogo empieza la misión. Si hay algo que caracteriza a Dagoberto es el buen trato que ofrece a sus clientes y a quienes no lo son.
Al observarlo mientras labora se ve que toma las medidas necesarias para hacer su mejor trabajo. Dobla la bota del pantalón de su cliente, acomoda bajo la lengüeta de los zapatos dos protectores para evitar que las medias se ensucien y cuando las personas están listas inicia su labor. En su mano sostiene el cepillo y en un ‘pote’ conserva el agua con la que limpia el calzado deportivo de las personas que llegan ahí buscando sus servicios. La rapidez de sus movimientos evidencia el dominio del oficio y, después de unos minutos, los zapatos de sus visitantes lucen impecables.
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Dagoberto contó a EL PILÓN que regresó a este sitio después de 16 meses, debido a que, producto de la pandemia ocasionada por el covid-19 decidió quedarse en casa para cuidarse y proteger a su familia. El pasado miércoles se reintegró al sitio que durante tres décadas ha sido su ‘oficina’ y sus clientes al enterarse se acercaron a apartar sus turnos. Aclaró que trabaja todos los días en el mismo sitio, excepto los fines de semana y festivos.
Sus clientes esperan sentados en un muro. El momento se presta para entablar conversaciones, reírse, tomar café y departir un rato mientras llega el turno de cada uno.
LUSTRANDO ZAPATOS A DOMICILIO
Al iniciar la pandemia, Dagoberto tuvo que reinventarse para seguir generando ingresos. Las buenas amistades que con los años ha forjado le permitieron prestar sus servicios a domicilio. Mencionó que algunos funcionarios del departamento lo llamaban para que fuera a sus casas a dejar sus calzados impecables, ya que su calidad de trabajo y actitud fideliza a los vallenatos.
No obstante, los estragos del confinamiento se evidenciaron en los bajos ingresos y servicios a domicilio. Al retomar la presencialidad de su trabajo notó que no hay el mismo flujo de personas, sin embargo, logra hacer lo básico para el sustento de su hogar. Con relación al precio de su trabajo, indicó que una lustrada de calzado cuesta $3.000, $4.000 o $5.000 dependiendo del tipo de zapato, pero que hay quienes le piden “rebajita”.
LOS ESTUDIOS DE SUS HIJOS
‘Dago’, como le llaman sus amigos, narró que su hogar está conformado por su esposa, un varón, una hija, y el último de sus ‘retoños’ que hace casi dos años falleció. El esfuerzo por sacar a sus hijos adelante dio frutos y hoy en día goza al ver a su hija convertida en una docente llena de virtudes, la cual ha logrado retribuirles todos los sacrificios que han hecho por ella.
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Embolando zapatos logró pagar los estudios de su pequeña en la Universidad Popular del Cesar, UPC, y con esto quiere enviar un mensaje claro a toda la ciudadanía. “Llevo prácticamente toda una vida dedicado a esto, con este trabajo he vivido gracias a Dios y con esto han estudiado mis hijos. Soy una persona trabajadora que se forja por ver crecer a sus hijos con un bienestar”, dijo Hernández.
SU RELACIÓN CON LOS GOBERNANTES
Sin duda alguna los 30 años que lleva dedicado a lustrar zapatos frente a la Gobernación del Cesar le ha permitido ver pasar a la clase política, con la cual manifestó que tiene buena relación, aun cuando no todos son sus clientes.
De este modo, Álvaro Coronado, ingeniero agrónomo de la Secretaría de Cultura, contó que hace cinco años conoce a ‘Dago’, al que calificó como un ‘tipo’ muy sociable y un gran amigo. “Yo venía dos o tres veces a la semana para que me le limpiara los zapatos. Después de año y medio, él volvió al lugar y yo regresé a este puesto de trabajo para recibir sus servicios”, acotó.
Por: Ketty Gutiérrez Maestre/EL PILÓN