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Lecciones de Mocoa y la marcha

La avalancha que arrasó parte de Mocoa, por un lado, dejó tres centenas de muertos y, por el otro, evitó el impacto político y mediático de las marchas del primero de abril.
La avalancha demuestra varios hechos: primero, la ausencia de previsión de riesgos y de planeamiento de la expansión urbana. Si bien es natural que, acá y en todo el mundo, las poblaciones queden cerca de fuentes de agua, no es entendible que no se consideren las posibilidades de crecidas y desbordamientos de los ríos. Los planes de ordenamiento territorial (POT) no contemplan estos riegos. Segundo, las debilidades de programas de prevención y atención de desastre. El director de Corpoamazonía afirmó que “hace nueve meses se advirtió que podía pasar esta tragedia”. Si es así, ¿a qué funcionarios se hicieron tales advertencias? ¿Cuál es la responsabilidad administrativa y eventualmente penal de los funcionarios que recibieron tal advertencia y no hicieron nada? Además de la Procuraduría, que ha dicho que en Mocoa pudo haber “imprevisión, desidia”, ¿la Fiscalía está haciendo la investigación de rigor? Tercero, hay que establecer si además de las lluvias torrenciales, la avalancha se produjo, como dicen, por deforestación de la cuenca río arriba, y si esa deforestación es resultado de la tala ilegal y de los cultivos de coca, que siempre han sido abundantes en el Putumayo y ahora, por cuenta del proceso de negociación con las Farc, son una verdadera epidemia. Cuarto, es indispensable revisar el sistema nacional ambiental para incluir los impactos de los cambios climáticos extremos que ahora son comunes, para reducir las vulnerabilidades, y para coordinarlo adecuadamente con los POT y con el sistema nacional de prevención y atención de desastres. Y todo ello debe hacerse sin esperar a que haya otra tragedia y otros centenares de muertos por eventos similares.
Por otro lado, la avalancha evitó la evaluación y discusión nacional sobre el tamaño, las causas y el impacto de las marchas del primero de abril. Centenares de miles salieron a la calle el sábado en dos docenas de ciudades en el país. En Medellín quizás nunca haya salido más gente a la calle. En Bogotá se llenó la plaza de Bolívar y otros miles caminaron aunque no se quedaron en la plaza. En Barranquilla y en Cali, ciudades no propiamente uribistas, fueron multitudinarias. Los motivos de los marchistas fueron múltiples, pero siempre hubo tres ejes comunes: rechazar los excesivos beneficios que recibieron los violentos marxistas leninistas de parte del Gobierno en la negociación, advertir que no toleraremos que nos lleven por los mismos caminos de Cuba y Venezuela, y repudiar la gestión de Santos. El grito de “fuera, Santos, fuera” estaba en todas las gargantas. Él pensará que tuvo suerte.

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Rafael Nieto Loaiza: