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Nada ha cedido el gobierno en La Habana

Mucho se ha hablado de las concesiones que el gobierno de Santos le ha hecho a las Farc: que va a entregar la soberanía nacional, que el modelo económico actual se va a revisar, que caeremos en el Castro-Chavismo, que paz con impunidad es peor que la guerra. Cuando uno lee lo que allí se ha acordado se percata que de los cinco puntos discutidos solo uno tiene que ver con las causas de la guerra y los otros son consecuencias de la misma.

El primer punto se refiere a una reforma agraria integral que beneficiaría no a las Farc sino a los miles de campesinos que fueron perdiendo sus tierras desde la conquista española, la que dividió al país en feudos repartidos a los criollos; el problema de Colombia es agrario, derivado de la tenencia de la tierra; el Gini agrario nuestro es de 0.88, uno de los más altos del mundo (un Gini = “0” es la correcta distribución y un Gini = 1 es la exclusión total; con 0.88 ya vamos llegando a 1). El 77% de la tierra la posee el 13 % de los dueños, 6.6 millones de hectáreas fueron despojadas en las últimas dos décadas, 55 % de los campesinos pobres nunca ha recibido asistencia técnica.

En este contexto nacieron las Farc. Este es nuestro modelo económico, no la minería depredadora. Hay que conocer la historia patria. Esto lo intuyó Carlos Lleras sin presión guerrillera. Pero Lleras mató el tigre y después le temió al cuero; los señores feudales y el movimiento de usuarios campesinos en gestación, ralentizaron este proyecto agrario, abortado después en el gobierno de Misael Pastrana, quien subió al poder mediante un supuesto fraude al general Rojas Pinilla, cuya primera consecuencia fue el surgimiento del M-19. La reunión de Chicoral le dio sepultura a esta redentora idea que habría evitado la sangre derramada que corrió desde entonces. Cincuenta años perdidos, fue una torpeza, la paz social se alteró, una mina se sembró pero había que proteger la tenencia de la tierra a sangre y fuego, la teoría de la seguridad nacional estaba en boga, había que combatir al fantasma del comunismo. Este fue el momento cuando el Estado se puso al servicio de los grupos paramilitares, un monstro de Frankenstein, aún presente, que no dio los resultados esperados pero si muchos despojos, desplazados y muertos; violencia de un Estado que está en deuda.

Hoy, para hacer esto no es necesaria una guerrilla, es una necesidad, Colombia es uno de los países más desiguales del mundo. Los puntos restantes de la agenda son derivados, protocolos para la reinserción y garantías para los guerrilleros, referentes a la pública participación en política incluyendo la oposición, a la lucha Farc-Gobierno contra el narcotráfico y la reivindicación de las víctimas tiradas en ambas trincheras, en especial la población civil ajena al conflicto.

Este es un armisticio de paz necesario, que no es el primero en el mundo; la paz de una Nación debe primar sobre cualquier Constitución, pero debe existir una justicia especial para su tratamiento. Aquí no veo Castro-Chavismo por ningún lado, este ya no existe. Lo que pasa es que los que han vivido de la guerra la somatizan, alucinan y ven fantasmas por doquier.

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