La reseña histórica del año 2022 gastará mucha tinta para describir el desbarajuste generado por la invasión de Rusia a Ucrania. La destrucción de varias ciudades ucranianas tiene reflejo en las sanciones y aislamiento internacional que recibió Rusia. Esas medidas diplomáticas de aparente blanco fijo han tenido consecuencias negativas en los países de la unión europea, que se preparan para uno de los inviernos más difíciles desde la Segunda Guerra Mundial y la crisis del petróleo de 1973.
La incesante guerra afectó el suministro de gas y la crisis energética global provocada por el incremento del precio. Los países en desarrollo también han sentido el coletazo debido al acceso limitado de cereales y por la realidad de la inflación.
Los esfuerzos de la diplomacia para poner fin a la guerra han sido infructuosos, las medidas para el año 2023 tendrán en sus primeros meses convivencia con la incertidumbre de la guerra.
Otra dinámica de la política mundial está relacionada con el denominado “poder de la calle”. Las manifestaciones en Europa, América, China e Irán, están definiendo el paso en los procesos electorales absorbiendo los espacios de la democracia representativa. Los representantes elegidos democráticamente por los ciudadanos, tienen en las manifestaciones y en la vocería de las redes sociales un fuerte cuestionador que reclama la estabilidad del poder.
La guerra entre Ucrania y Rusia ni las expresiones ciudadanas son indiferentes para Colombia. Tampoco los movimientos del péndulo político en América Latina. Por primera vez en la historia la izquierda controla más del 85 por ciento de los gobiernos del hemisferio y lo hace en cinco de las principales economías de América Latina (México, Argentina, Brasil, Chile y Colombia).
El regreso de Lula al poder propicia el aumento de la colaboración entre Brasil y los gobiernos afines de la región bajo la condición de superar el discurso idealista de cambio por una vocación que signifique un interés más profundo en mejorar la vida de las personas, especialmente para mitigar los efectos que afianzan la inflación y los altos precios de los alimentos y la energía.
Los pasos deben ser calculados con precisión, Pedro Castillo, puso la primera piedra de lo que podría convertirse en un efecto dominó.
Desde que los griegos inventaron la política como forma de resolver conflictos entre quienes eran iguales en una comunidad, la capacidad de no ser previsible fue considerada como una cualidad innata del político.
2023 asoma como el año de la incertidumbre mundial y en Colombia como el periodo que podría llamarse como la conversión de las reformas. La imprevisibilidad no debe transformarse en un lastre. El presidente Gustavo Petro le ha dicho al país que es necesario reformar los sistemas de salud, pensional, laboral y avanzar en el logro de “la paz total”. Estas reformas tienen en el Plan de Desarrollo un poderoso articulador para avanzar en una agenda ambiciosa.
Los fenómenos políticos y económicos que alborotan el entorno se constituyen en una base de análisis para encarar las reformas. La inflación, el cambio climático, la transición energética y la desaceleración de la economía son variables que deben ser tratadas con rigurosidad, para disminuir la incertidumbre.
Las elecciones territoriales en octubre de 2023, también constituyen un pulso o primera movida de cara al inminente 2026. La reconfiguración del mapa político redefinirá las decisiones del gobierno nacional y medirá la fuerza del Pacto Histórico como proyecto político.
No es halagüeño el próximo año, y el columnista combina incertidumbre con optimismo. Las situaciones adversas requieren compromiso y decisiones acertadas. Acertar debe ser la apuesta de todos los líderes del mundo, para influir en las circunstancias.
Esta columna se va de vacaciones. Nos vemos el año entrante. Mis mejores deseos de felicidad y prosperidad para todos.
@LuchoDiaz12