En mi columna pasada me tocó, para mayor claridad, iniciar con la conclusión dejando de lado la premisa. Ahora me toca algo similar. Este ovillo hay que desenredarlo por la punta oculta, la que está al final.
Todo comienza y todo termina en este caso en la epidemia que nos arrasa y que sabemos tiene dos caminos para finalizar. Uno es la vacuna, que según las más optimistas previsiones y altisonantes avisos de las potencias mundiales llegará por estas tierras -si acaso- en el primer trimestre de 2021, pero cuando lo haga ya un altísimo porcentaje de la población se habrá infectado y entonces sucederá lo que naturalmente sucede con las pandemias, la trasmisión
El virus irá declinando hasta llegar a casi cero, que es la segunda forma de alcanzar el final del túnel tal y cómo lo informó el New York Times que expresó, “la conocida inmunidad de rebaño, que consiste en que el virus se extingue porque deja de circular ante la ausencia de portadores, podría estar más cerca de lo que se creía.” En algunas zonas de Colombia eso ya está sucediendo y según información de “El Tiempo” poblaciones como Leticia o Tumaco, podrían haber entrado en esa categoría. Un poco más atrás estarían Cartagena y Barranquilla, junto a sus municipios aledaños. Bogotá se ve algo más rezagada, seguida por Cali o Medellín. En cualquier caso, la expectativa es que la disminución en el número de positivos diarios continuará su marcha. Un modelo cuantitativo desarrollado por los expertos Álvaro Riascos, Juan Carranza y Juan Martin indica que para enero próximo la cantidad de fallecimientos atribuibles al covid-19 en Colombia será cercana a cero. Y añado yo, y es para cuando si acaso llegará la vacuna. ¿Ya para qué?, la naturaleza habrá actuado, cómo lo ha hecho siempre, tal cual cuando tiembla la tierra o llegan los huracanes y demás hechos incontrolables de origen natural. Es decir, esto se va acabar cómo llegó: solo.
Lo que sucederá de aquí en adelante no es uniforme, y las visiones que obtengamos deben enfocar ciudades y no departamentos, eso es engañoso, el manejo debe ser municipal. Hoy en algunas ciudades se asciende para llegar a la cima, otras llegaron al pico y en otras la curva es descendente y nuevas se acercan aceleradamente a cero muertos, lo que implica pocos o nulos contagios y por ese camino llegaremos a enero de 2021. Pasada la crisis disminuirán las probabilidades más no debieran bajar los cuidados. Aquí cabe, parodiando la expresión afirmar: “este año se perdió”.
Valledupar ya debió llegar al cenit o casi y según las previsiones en dos o tres semanas se reflejará cabalmente la disminución en el número de contagiados con un lento descenso que para final de año se traducirá en una situación bajo control.
Se ha evidenciado una paradoja y es aquella representada en que la base de la solución es el mismo problema. Las ciudades disciplinadas como Armenia estarán afectadas más tiempo que aquellas cómo Cartagena y Barranquilla, que no acataron mucho las instrucciones, los infectados llegaron en avalancha, se infectaron en altas proporciones y ellas que caminan rápidamente a niveles no críticos la enfermedad. Están saliendo del problema a los físicos trancazos.
¿Será que Trump tendrá la razón?