Como ha sido costumbre y tradición universal, siempre el inicio de un nuevo año trae consigo un sinnúmero de esperanzas y expectativas que tienden a alimentar la ilusión del ser humano, sobre todo en aquellos para los cuales el año anterior fue pésimo y de ingrata recordación, lleno de problemas y necesidades que aspiran poder sepultar con el advenimiento del floreciente año.
Pero en esta oportunidad, como el anterior fue un año atípicamente nefasto para la humanidad, abrazada por una pandemia de impredecibles proporciones y como consecuencia de ella ha llenado de orfandad, abandono y profundización del hambre y la miseria en distintos lugares de la geografía mundial, ha hecho que las peticiones y oraciones para que este año sea muchísimo mejor que el pasado se escuchen con más fuerza y vigor.
Sin embargo, ya en las postrimerías del primer mes nos encontramos frente a una ola de incertidumbre que empieza a invadir los límites de la desesperación y la desesperanza, ya que aún no existe claridad sobre la llegada de las vacunas para iniciar el proceso de vacunación que según el cronograma establecido por el Ministerio de Salud terminará en diciembre. A lo anterior le sumamos que a estas alturas solo han llegado al país dos ultra congeladores de los cuarenta y cuatro que fueron adquiridos por el Gobierno nacional para las siete ciudades (Bogotá, Medellín, Cartagena, Pereira, Bucaramanga, Cali y Barranquilla) que fueron seleccionadas para dotar de estos equipos que son indispensables para la conservación de las tan anheladas y deseadas vacunas. Pero ahí no para todo, debido al aumento desmesurado de los pacientes contagiados con el covid-19, como un coletazo inevitable del desorden y las aglomeraciones muy comunes y frecuentes en el mes de diciembre, a pesar de las advertencias hechas por las autoridades locales, departamentales, nacionales y mundiales, encontramos algunas UCI que han llegado al tope de su capacidad, iniciando de esta manera el tortuoso traslado de pacientes a distintas regiones, alejados de sus familiares y amigos.
Por otro lado, a nivel mundial observamos con tristeza y preocupación el informe de la OMS donde manifiestan que solamente los 10 países más ricos han acaparado la totalidad de las vacunas producidas hasta el momento. ¿Y los países pobres qué? ¿Dónde quedó el principio de solidaridad y equidad que deben tener los ricos para compartir con los más pobres y necesitados? Si no logramos una cobertura universal y equitativa que nos permita una inmunización global, tendremos que conformarnos con vivir condenados eternamente al uso del ya por demás incomodo pero necesario tapabocas con la desventura de un futuro incierto debido a las mutaciones y a las diferentes cepas que ya empieza a mostrar el mortal virus.
En síntesis podemos decir que el presente año, lejos de ser esperanzador, se ha tornado incierto e impredecible, con un pueblo cada vez más pobre, más enfermo y más necesitado de cariño, afecto, inversión social y de buena salud para poder salir libremente a trabajar y empezar a mover de manera vigorosa y decidida el aparato productivo del país y de esta manera mitigar sus necesidades básicas.